(Del lat. pusillanĭmis). Adj. Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes.No se porque pero cualquier acto de buena fe que se publicita para crear una imagen favorable a las masas, cualquier acto en el por tomar un ejemplo se alimentan 10 niños por 1,000 pesos y se le publicita el minuto en el aire por diez veces esa cantidad no me parece un acto de buena fe ni buenas intenciones, solo un stunt publicitario,. Por eso creo mas en los heroes anonimos.
La cifra de gastos en publicidad del actual Gobierno es de 180 millones segun oi, estaria de mas decir que resulta exagerada, segun el discurso del Presidente en el cual admite esto y promete un recorte de un 20%, que vendria siendo 36 millones menos aun considero que es demasiado. La publicidad gubernamental asquea, francamente estoy harto:
- del crecimiento economico del Banco Central
- de los viajes al exterior del Presidente
- de las cenas por "la globalizacion de la solidaridad" (QUE CARAJO!?!?!?!)
- de la OMSA sin guaguas, del Metro sin presupuesto y "a la mala"
- de los sombreros de la Primera Dama o mejor dicho "la reina",
- y de no pasar 6 meses en este pais sin ver un anuncio de propaganda politica.
- etc etc
Pero es como le decia a un amigo en un mundo lleno de guerras, de infortunio, de miseria, hambre e injusticia es bueno saber que las primeras Damas de Centroamerica se pueden reunir en paz, llegar en caballos a la zona colonial y discutir programas y seminarios de bla bla bla bla!!!.
Y francamente estoy harto del mal uso de la palabra Progreso!!!
T.A.R.S.Las caretas del presidente dominicanoKoldoRebeliónY el presidente Leonel Fernández, siempre comedido, que esboza una sonrisa y toma las dos caretas que le regala el niño a nombre de los otros 29.999 beneficiados por el campamento de verano “Progresando en valores”.
El presidente, que a esa misma hora pudo estar haciendo un recorrido por los hospitales donde se multiplican los enfermos de dengue, no quiso dejar sola a la Primera Dama, organizadora del campamento, y en el salón La Fiesta del hotel Jaragua (al que se llega luego de cruzar todo el casino) se congregaron miles de niños y funcionarios, algunos de los cuales llegaron tarde y con menos efectivo en sus bolsillos, para cerrar su “progresión en valores” en compañía del presidente y de la mascota del campamento, el Ratón Miguelito, alias Mickey Mouse.
Y el presidente, con las dos caretas en la mano y sin decidir cual de las dos se pone, que inaugura el primer tramo de otra sonrisa y hace ademán de acariciar al ni
ño.
El presidente de la República, porque “no es bueno cambiar de caballo a mitad del río” sigue sumergido en la corriente que se llevó a Mejía y se llevará a él también, cada vez más consciente de que no hay otra orilla para ese río, pero absolutamente negado a rescatar la voz y el compromiso del profesor Bosch, su mentor y guía, de “liberar”, no liquidar, la patria dominicana.A esa misma hora bien pudo haber estado en la calle, confirmando la oscuridad de su gobierno, las vidas apagadas, las alzas de los precios, los atropellos, la impunidad y la violencia, las yolas que no esperan, las esperanzas camino del infierno… pero tal y como la Primera Dama, doctora Cedeño de Fernández explica, su marido valora mucho la infancia porque “la infancia es el futuro del país” (no aclaró a qué país se refería ni quién le escribe los discursos). Y el presidente, que tiene delante al niño y su tierna esperanza de verlo ponerse las regaladas caretas, que no sabe qué hacer, qué careta va delante y qué careta va detrás.
Mientras el presidente despeja sus dudas, la doctora Cedeño subraya la necesidad del campamento como una forma de contribuir a una educación basada en valores, para que los niños aprendan a vivir en familia (tampoco aclaró a qué familias se refería o porqué responsabilizaba a los niños de la ignorancia que les achacaba). Y el presidente, comedido en los gestos y ademanes, que se acomoda el labio superior y, ya que no la sonrisa, ante una gracia del ratón Miguelito, levanta al menos una mano en señal de regocijo.
La Primera Dama retoma la palabra para destacar las actividades desarrolladas por los niños y niñas en el campamento, relacionadas con la recreación, las manualidades y… los diez mandamientos.
Y el presidente que, mueca sobre mueca recompone una sonrisa, con las dos caretas en la mano, a la espera de un funcionario amigo que se haga cargo de las pruebas del delito. Sí, es verdad que el presidente pudo haber estado a esas horas en otros cometidos, pero tenía un mes en su oficina, rodeado de libros, consultando hemerotecas, revisando archivos, recabando datos hasta poder, finalmente, descubrir, redactar y leer la pasada glosa a Balaguer y, extenuado, no quiso más agobios, más problemas.
De hecho, el ratón Miguelito hubiera sido el contrapunto adecuado, la terapia perfecta…de no haber estado por el medio el niño. Y el presidente, sobrio, como siempre, con sus dos caretas en la mano, sin saber cual de las dos ponerse, cual quitarse primero, cual ponerse después, porqué si son dos, las caretas son tres.