Thursday, March 18, 2021

Sobre el entretenimiento, la política y los likes

 “La opinión, reina del mundo, no está sometida al poder de los reyes. Ellos mismos son sus primeros esclavos”. J.J. Rousseau 

Hace unos meses mi amigo comediante Elias Serulle compartía una frase de su colega norteamericano Dave Chappelle. En ella, Chappelle hablaba de lo complicado que resulta el trabajo de un cómico visto que “Cualquier trabajo que te hace depender de la aprobación de los demás para tu vivir es una locura de trabajo”. Y es que pretender desarrollar tu vida y forjar tu personalidad en base a la atención y el afecto de un público amplio no solo te hace inauténtico sino inestable.

 

A pesar de que el espectáculo parecería ser la rama principal donde vemos este tipo de conducta e incentivos, no es la única. Y hoy en día nuestra forma de vida parece más permeada por estos incentivos a través de las redes sociales. Conozco casos extremos de personas que llevan años persuadiendo a amigos a entrar a las redes para que les otorgaran sus likes. Ya siquiera les interesaba si le gustaban realmente la foto o no, lo importante era la cantidad reflejada, el aparente reconocimiento público, la forma y el instante frívolo y excitante de los corazones rojos notificados. Por suerte no vivían de eso, aunque me parece una carga pesada depender de esos estímulos.

Si bien el ser humano tiene una naturaleza gregaria, que implica ceder ante la vida social ciertos aspectos de su conducta o pensamiento, la presencia en redes potencia la distorsión  en la búsqueda de agradar obstaculizando nuestra expresión.

El expresidente de los EEUU Lyndon Johnson era reo de algo parecido y como el comediante Chappelle lo relacionaba a su actividad. Llegaba más lejos, se declaraba enfermo. Cuenta la historiadora Doris Kearns que las elecciones llegaron a provocarle “fiebres, escalofríos, dolores de estómago, dolores de cabeza, depresión  y cálculos renales.” A Joe Phipps, un colaborador de su equipo le confesó  que:

“Hay que darse cuenta que un político, un buen político, es un bicho raro. Todo el que periódicamente tenga que ponerse de rodillas para pedirles a los votantes que demuestren que lo aman dándole su voto, está realmente enfermo. Y según lo obsesionado que esté, podría estar muy, muy enfermo… Trata de pensar en mí como un familiar o un amigo gravemente enfermo que necesita todo el cuidado, la compasión, el consuelo y el amor posible para mejorar. Y sabes que con el tiempo se recuperara y que la enfermedad no regresara hasta las próximas elecciones.”

Este “padecimiento” es propio de los líderes democráticos según Alexis de Tocqueville, ya que según este: “En las aristocracias los hombres poseen con frecuencia mucha grandeza y fuerza personal” y que “Cuando se encuentran discordes con la mayoría de sus compatriotas se retiran a su propio círculo, donde hallan apoyo y consuelo”.

La condena a no obedecer a las masas es el aislamiento social, por lo que “La sensación de soledad e impotencia los sobrecoge y les hace desesperar.” Razón por la cual, Tocqueville decía que no conocía “ningún país en que haya tan poca independencia mental y verdadera libertad como en América”.  

Para fines de quienes buscan u ostentan el poder, este conocimiento los conduce a dominar la comunicación, la agenda noticiosa y hasta el lenguaje en favor de sus intereses. Esto debido a que así terminarían dominando la opinión de la gente y con ello el entretenimiento, la política… etc. Es así cómo podrían, por ejemplo, simular y enfocar la repulsa en la corrupción de unos particulares sin que corra el riesgo un sistema corrupto mayor.

En esta dinámica las masas, manipuladas o no, reducen la capacidad crítica y a los críticos hacia la conformidad, incentivando la censura o autocensura en lo que llama Elisabeth Noelle-Neumann  la espiral del silencio.  

A pesar de que el mundo del entretenimiento no suele enfrentarse con los intereses del poder,  si existen sobrados ejemplos de que cuando hay transgresiones estas fuerzas pueden resultar implacables, a saber: 1) Las consecuencias enfrentadas por Tommie Smith y John Carlos luego de levantar su puño en las Olimpiadas del 1968; 2) las de Colin Kaepernick arrodillándose en la NFL 2016; 3) las de las Dixies Chicks diciéndose avergonzadas de Bush en 2003; y 4) recientemente las declaraciones del futbolista Zlatan Ibrahimovic al baloncestista Lebron James diciendo que “no le gusta las personas que con algún estatus pasan a la política” pidiendo que se mantenga James en lo que es bueno. El afamado Michael Jordan compartía una visión similar a la de Zlatan cuando bromeando dijo en su apogeo que los republicanos también compraban sus tennis. Básicamente, no te arriesgues a perder público, no importa la seguridad, el dinero o los récords que exhibas.

Con los años hemos visto una proliferación en la búsqueda de aprobación a través de las redes a todos niveles. Ya no parecería bastar con tratar de agradar al barrio, la iglesia o la familia, sino de uniformar el comportamiento con cientos de seguidores de distintos gustos en busca de sus likes. Quedaría pues la interrogante de si esto representa progreso alguno. La ansiedad aflora, la necesidad de pertenencia crece y se potencia nuestro miedo a tomar riesgos y a aislarnos.

Y así andamos. Un poco enfermos, cada vez más condicionados a pescar estos virus.  Cada vez más susceptibles y menos nuestros. Sacrificando nuestro tiempo, atención y personalidades al agrado superficial y ajeno… quizás incluso en este texto.

Wednesday, March 17, 2021

¿Mi problema de memoria o el efecto Zeigarnik?

 -          Tony, ¿qué fue del caso X?

-          ¿El caso X?

-          Si, necesitamos saber cuál fue la conclusión. Fue hace unos meses.

-          ¿El caso X? ¿Yo llevé el caso X? ¿Se concluyó? Déjame buscarlo a ver… Ahh el caso X.

*Caras decepcionadas*

Hace unos meses comentaba en el trabajo el desagrado que me genera el abordaje repentino buscando información sobre casos pasados. Me creía desafortunadamente especial, porque la prisa de los demás chocaba con mi necesidad de tiempo para buscar en mi base de datos mental, la cual tiene una memoria RAM muy lenta por cierto. Al final la información se obtenía, pero en el ínterin, el transcurrir del tiempo me hacía lucir idiota.

Algunas de mis compañeras me entendieron y se solidarizaron. Otras seguirán pensando lo de idiota. Sin embargo, entre las lecturas aleatorias que llevo este toque de queda, he encontrado una explicación a este comportamiento. Resulta que Kurt Lewin, uno de los pioneros de la psicología social experimental, se percató en un bar junto a sus estudiantes de la buena memoria para recordar órdenes que tenía un mesero. En ese momento, junto a la psicóloga soviética Bluma Zeigarnik decidieron realizar un plan para conocer hasta donde llegaban las habilidades de este mesero. En fin, lo que cualquiera de nosotros hubiese hecho.

Luego de una serie de pruebas se notaron de que una vez completada la orden, la “prodigiosa memoria” del mesero no era tal, ya que no podía recordar la orden y sus detalles. La conclusión llegaría con los años, se basó en que una tarea pendiente (en este caso la orden al mesero) genera una tensión que domina por un momento la atención y el recuerdo de las personas. Una vez concluída la tarea (entregada la orden), tanto la tensión como la atención sobre el tema se disipan dando paso al cerebro a priorizar otros temas. Zeigarnik procedería a continuar estudiando el fenómeno junto a Lewin hasta publicar un ensayo en 1927. El fenómeno ahora se conoce como el “Efecto Zeigarnik”.

La teoría del “Efecto Zeigarnik” establece que el impulso natural es buscar el cierre del tema y liberar la tensión. Esta teoría se desarrollaría llegando a establecer incluso que una tarea que es interrumpida mantiene la misma tensión y prioridad para fines del recuerdo. En términos de un explorador de internet, diríamos que la ventana con la información al no cerrarse permanece accesible rápidamente a la memoria. Razón por la cual, la teoría lleva a proponer a los estudiantes interrumpir las horas de estudios con el fin de fijar la atención sobre los conceptos y tenerlos disponibles en la memoria, evitando así liberar la tensión que da concluirlos. Estrategia la cual nos puede resultar útil para ocasiones como las que generaron este artículo.

Mucho se ha escrito del Efecto Zeigarnik y su campo de aplicación práctica. No obstante, mi conclusión para fines de esta nota es que la próxima vez que un colega toque su puerta, llame a su extensión y pida por información detallada sobre un caso del pasado, no se menosprecie usted. Con confianza, pídale tiempo y hasta háblele de Kurt Lewin, Bluma Zeigarnik y un mesero con aparente buena memoria de los años 1920.

El dinero de las AFPs: Un problema conceptual

En el momento en que se individualizaron las pensiones en el país, siguiendo el modelo chileno, se rompió el acuerdo de la seguridad social. Cada hombre por sí solo fue arrojado a la imprevisibilidad e inseguridad en su futuro.

 

Con esto no me refiero a si era más conveniente como se mal ejecutaba el modelo de reparto en RD antes de la ley de 2001, pero si al razonamiento que se empleaba. Este era: “Los jóvenes pagarán las pensiones de los viejos. Ese dinero no está disponible para ustedes porque el acuerdo social promete que cuando les toque envejecer a ustedes, los jóvenes del futuro les cubrirán entonces”.

 

Cuando fue impuesto el modelo de capitalización individual (AFP) todo el mundo pasó a entender, debido a la naturaleza del sistema, que ese dinero ya no era solidario porque eso traía problemas… “Y mira ahora cómo tienes mayor seguridad sobre tu monto; míralo cómo crece, si crece; míralo cómo se devalúa, si se devalúa…” pero sólo míralo.

 

Sin embargo, este razonamiento de individualidad es el que lleva a un grupo a pensar: Ya que es mi dinero, que me han quitado... ¿por qué lo tiene que manejar otro? Yo tengo necesidades hoy, prefiero comer hoy... o quizás prefiero incluso invertir en esta u otra oportunidad tal vez mejor a mi juicio que las AFPs.

 

Para esto las AFPs se han quedado sin legitimidad, sin interlocutor válido y sin comunicación llana. No han encontrado forma de justificárselo a los que reclaman:

 

1)      Porque debido a sus ganancias exorbitantes en este período (gracias a la ley) sus razones parecen vincularse al negocio que han hecho. Incluso cuando el Estado es el mayor deudor del sistema (alrededor de un 80%), las AFPs son poderosas empresas cuyo manejo del 20% del dinero restante de los trabajadores puede hacer millonarias a otras empresas. Se les otorga una liquidez impresionante a esos directivos de AFPs para hacer negocios (cierto que con muy pocas empresas autorizadas por el Estado aún);

2)      Debido a que las pensiones que se proyectan son tan magras y el futuro del peso dominicano tan incierto, que quizás en el presente esos fondos valgan más que en el mañana cuando te lo repartan de a poquito;

3)      Problemas de empatía, porque nadie cree que a los representantes de las AFPs les importen realmente las pensiones o la vida de los cotizantes, sino sus negocios financieros en primer plano y en un segundo el origen de sus fondos. Esto se suma a la falta de compasión de sus defensores, quienes pensándose eruditos desdeñan los reclamos desesperados con tecnicismos.

 

En este sentido, hablarle a la gente de la imposibilidad procesal de cumplir, de exigirles un modelo para realizar la entrega o un plan de retorno, son errores que no empatizan con el fondo del asunto. Además que el sistema financiero en todo el mundo ha resultado bastante creativo cuando trata de beneficiarse, lo que nos deja dicho que el reclamo actual no sería para nada difícil de buscarle la vuelta.

 

Proyectar supuestos de catástrofes económicas al momento de devolver el dinero busca aterrorizar a los reclamantes. En este instante en que la economía ha dejado de mover millones de pesos en salarios, proyectar un desastre por el ingreso de esos fondos en sustitución de su salario, sin aún haberse determinado el cómo serían entregados es poco científico.

 

No obstante, el fondo del asunto es que el razonamiento de los aportantes es válido. Si se trata de promover el individualismo, de poner al individuo por encima de todo... entonces la conclusión lógica es que este individuo es un ser capaz de tomar sus decisiones según mejor le convenga.

 

En otros países se han establecido mecanismos para que el aportante tenga mayor control en cómo se colocan sus fondos. Sin embargo, un mayor control no invalida la exigencia de por qué este sistema no me permitiría salir y administrar mis fondos, sin forzarme al ahorro o a ver a otros hacer negocios con lo propio.

 

Es así como el discurso de estas empresas siempre será individual a medias y resultará distante y altanero, debido a que la conclusión es “Usted no sabe administrarse, de usted hacerlo lo perderá todo y se volverá una carga social... Y por cierto, su presente no nos interesa, es su futuro lo que importa aún si no llega a disfrutarlo.”

 

Finalmente, con esto no quiero decir que estoy a favor de la devolución del 30% ni de la continuidad del sistema actual. Creo en un sistema de reparto solidario, pero también creo que ante las actuales circunstancias resulta mezquino descartar los reclamos de los cotizantes como irracionales y los mismos deben ser ponderados.


La venganza del voto de papel

El voto de papel ha sido el gran triunfador de estas elecciones. La obstinación de instalar un voto electrónico, iniciativa de la cúpula de la Junta Central Electoral, que puso en duda desde un inicio la confidencialidad del voto, el proceso de instalación, de conteo y de transmisión ante posibles hackeos, probaron el pasado domingo lo innecesaria que resultó esa riesgosa y costosa aventura. 


Para ser confiable y transcurrir sin problemas mayores, bastó que el proceso de votación contara con la participación ciudadana, la confianza de los partidos, la vigilancia de organismos internacionales, la presión pública, el control de los recintos… Estableciendo entonces que los principales elementos a tener en cuenta para desarrollar unas elecciones transparentes dependen de la voluntad, el orden y la civilidad, no de la premura en dar los resultados ni del uso de la tecnología. 


A pesar de cualquier probable sana intención de los jueces de la JCE, su riesgosa apuesta electrónica del 15 de febrero, sea por sabotaje o incompetencia, le ha costado momentos de ansiedad al pueblo dominicano, por lo que el momento de “felicitar” esa gestión de la JCE aún no llega, si es que llegará.   


Si el 15 de febrero pasado hubiésemos celebrado elecciones de manera tradicional con el voto de papel, las elecciones no habrían sido suspendidas, los aspirantes a congresistas y gobernantes no hubiesen visto su periodo de campaña recortado, la tranquilidad política y económica no se hubiesen afectado, y más importante aún, los dominicanos nos hubiésemos evitado el riesgo y posible esparcimiento del virus COVID-19 en los centros electorales.


Todos los que fueron a votar arriesgando su salud ante un virus silencioso que crea pánico a nivel mundial, son los que merecen las felicitaciones. Todos los que decidieron sentarse horas muertas a recibir electores y manosear votos y cédulas también; todos los que protestaron y aún exigen respuestas de lo sucedido el 15F; todos los que de alguna manera confiaron en el proceso a pesar de los riesgos y de las malas decisiones… pueden sentirse vencedores de esta primera fase.


El voto de papel obtuvo su venganza y vindicación, lamentable que haya ocurrido después de tanto millones de dólares desperdiciados en la apuesta electrónica. El pasado domingo, el presidente de la JCE dijo que “La democracia ha sido salvada”, lo cual es cierto, pero me cuesta mucho felicitar a los mismos que la expusieron al riesgo. Los demócratas han sido los que pusieron el pellejo en las calles, en las mesas, en las juntas distritales y los que persistieron en motivar al pueblo.