Tuesday, February 25, 2020

Abran paréntesis, ha muerto Tony Fernández

Tony “Cabeza” Fernández murió. Lo recuerdo con especial atención porque de niño veía mucho béisbol, porque mi posición favorita era el campocorto, porque se sentía bien tener un dominicano con talento en Grandes Ligas y porque nada superaba que fuera un tocayo. 

Los Azulejos de Toronto colgaron el 16 de febrero un vídeo recordando el paso de más de una década de Fernández por ese equipo. “En memoria del número 1. Siempre en nuestros corazones”  rezaba el texto que lo acompañaba, y para bien de todos, el otro lado de las redes emergió, el que vale las penas y hasta tolerar insultos. Todos esos aparentes canadienses flemáticos mostraron su calor y tristeza al escribir admirando el talento y dedicación de Tony al juego, sin olvidar su calidad humana. Originalmente esta nota recogía algunas de mis impresiones, pero al ver el desborde de afecto por las redes, decidí elegir los mejores comentarios dados por los demás y compartirlos.

Por ejemplo el de Mike Gibbs, un fanático canadiense que escribió en las redes: "Tony Fernández lo era todo. Dios, cuanto lo amaba, ¿quién no? Flotaba en el aire no importa lo que hacía. Sentías cualquier emoción como él. Lo conocías mejor que nadie, así era que te hacía sentir incluso a través de la TV... Me oponía a verlo en la banca incluso cuando estaba en una mala racha. No era estratégico. Simplemente amabas al tipo demasiado, incluso cuando estaba molesto. Déjalo poncharse, volverá. Algún día, ya verás, pero Tony se queda en mi formación. Para siempre."

Otro fanático de Toronto Dave Bidini, recuerda que Tony solía comprar en un barrio llamado Little Portugal porque encontraba yuca y que se sabía "O Canadá" de oído. Cuenta Bidini que cuando Tony regresó a Toronto en 1993 y el equipo ganó el campeonato, su discurso de victoria fue "Los amo y los necesito". Y continuó diciendo "Cuando pienso en el amor al béisbol, pienso en él. Descansa en paz Tony. Fuiste un rayo de luz en un lugar frio". Lo mejor, Bidini admite que su jugador favorito era Jorge Bell, siquiera Tony.

Los comentarios mostraron el impacto que tuvo en el deporte y en la vida de aquellos que lo vieron jugar. Frank Cardamone escribió “Argumentaría que la mayoría de los hombres en sus 40s se enamoraron del béisbol por Tony Fernández. Yo soy uno de ellos.” Por su parte Jordan Mackinnon dice “Pensaba que no se podía llorar en el béisbol. Que jugador y que persona, hizo al campocorto lucir poético”.  

En una entrevista, Fernández contaba que él nunca pensó en el béisbol como una manera de ganar dinero, “solo quería ser como uno de esos jugadores que yo vi en San Pedro de Macorís, como Pepe Frías" y lo logró con creces. Para cientos de personas, Tony Fernández fue su Pepe Frías. Todos querían emularlo.

"Cuantas horas pasamos perfeccionando la mecánica de Fernández con los amigos de infancia en los campos de Toronto " cuenta en su podcast Ari Shapiro. “Él era el tipo que yo quería ser cuando jugaba” dice cryptodread en Instagram. Varios escribieron que “Todo el mundo gritaba “Fernández!” cuando hacían un gran tiro de niño”.

Sus compañeros por igual destacaron sus grandes dotes y sus valores, el pitcher David Wells dijo "Un sueño de cualquier pitcher tenerlo en el campocorto, uno de los mejores de todos los tiempos. Descansa en paz amigo". Todd Stottlemyre dijo que nunca lo olvidará: que influyó en su vida de una manera positiva ya que "el hacía a todos a su alrededor mejor persona".
Shawn Green lo definió como su mentor de bateo y de la vida, “nos referíamos a él como Yoda, el verdadero maestro…”. Vernon Wells agradeció haberlo conocido, dijo que personificaba la gentileza y la bondad, y concluyó que el "Cielo es donde pertenece".

Joey Votto, canadiense, actual primera base estelar de Cincinnati, se comportó como un fan más, ya que jugó el partido de la semana con una gorra en la que escribió sin importarle la caligrafía: "EPD Tony. Mi papá y yo te amábamos"

Finalmente cito al contemporáneo rival Ozzie Guillén quien escribió en su cuenta de twitter: “Se nos fue uno de los mejores peloteros de mi época, gracias por todo lo bueno hermano y a enseñarme a competir contra ti, que mejor que tu fueron pocos, descansa en paz, Dios te cuide, y de donde estés cuídame a mí y los míos. Fuiste un señor fuera y dentro de la raya de cal".

En tiempos convulsos, reconforta conocer el aprecio a un dominicano ejemplar, que se ganó su lugar en la historia a base de fe, talento y disciplina, y en los corazones con quien interactuó a base de nobleza y humildad.  

Ojalá que su dimensión, contribución y sobretodo su ejemplo le otorgue el nivel de reconocimiento que mereció en vida pero que nunca mendigó; ojalá sea tomado en cuenta para la dedicatoria del próximo torneo invernal dominicano; ojalá los Blue Jays también le retiren la camiseta número 1 con que jugaba, que esta semana se volvió un clamor popular en las redes, bien resumido en el tuit de un señor apellido North: “El más grande jugador, y ser humano en haberse puesto un uniforme de los azulejos. Nadie debería usar el #1 para este equipo nunca. Te amamos, Tony!”.

Por más efímera que sea la gloria del béisbol, incluso la de un hombre, por más limitada que sea la contribución humana en esta tierra, en especial la de un deportista… Si la misma existe,  Fernández parece por momentos haberla atrapado. Por fortuna para él, ahora descansa lejos de toda aquella gloria y cerca de la única que en realidad trasciende, aquella que él había decidido creer y predicar. 

En paz descanse Cabeza.

Las intervenciones telefónicas… y la democracia, si podemos mantenerla.

Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos. Edward R. Murrow
“Aquí hay 80 mil instituciones y personas que tienen de esos aparatos que usted le paga y no tiene que buscar autorización de juez… Hasta yo mismo lo he hecho, he mandado a intervenir teléfonos pagando. Es un negocio. Ustedes no son de Suiza, no se hagan tanta bulla”, dijo con desparpajo hace un mes el diputado Manuel Díaz, ante las preguntas de la prensa sobre la intervención telefónica a su colega y expresidente de la Cámara de Diputados, Rubén Maldonado.
En esos días circulaba un audio de una conversación de Maldonado, en la cual declaraba molesto que si se le reducía la empleomanía, prendería fuego al Congreso. Lo que me llevó a recordar unos años atrás cuando circuló otra intervención telefónica, en la que el Dirigente Político Guido Gómez Mazara decía a su interlocutor, en un tono desenfadado, que a Miguel Vargas había que “matarlo” por no apoyar a Hipólito, concluyendo con un comentario de “vamos a ganar sin él no te apures” como restándole importancia a todo.
En ambos casos, las noticias debieron relatar el contexto ilegal de la captura de llamadas como principalía, pero no, la gente que captó y filtró el material consiguió lo deseado. Sacar del contexto un comentario apasionado, que no presentaba riesgo real a nadie, con el objetivo de denigrar a su adversario.
 ¿Quién puede reclamar con orgullo y propiedad todas las declaraciones que ha hecho en su intimidad? ¿Cuántas veces no hemos ofrecido destruir el mundo, sin posibilidades ni consistencia, en un fugaz momento de rabia?  Si consiguieran sacarle a flote a la gente todo el lado oscuro que merodea su pensamiento y palabra ¿Quién quedaría puro e impune?
Hace unos años el comediante Bill Burr le decía a un entrevistador que si este último hacía público el 90% de sus “mensajes de textos y de teléfono y los pones en las noticias, se te acabarían los podios en los que tendría que ponerme de frente para disculparme”.
Por suerte, uno no es solo su lado oscuro, como tampoco es su intimidad ni los estados violentos que vienen y van. Uno no es nada más los pensamientos que se guarda, o las palabras que profesa ante un amigo o enemigo pero que se niega a hacerlas públicas ya que carecen de sentido para desconocidos.
Por eso también se protege la intimidad y la privacidad que se da en ese mar de contradicciones e ideas. Y si alguien viene y captura, pretendiendo reducirte a 5, 10 o 20 segundos de un exabrupto verbal nunca llegará a conocerte. Esta nota no se trata de defender a Maldonado o a Guido tanto como a la privacidad.
En el siglo XVIII, Jeremy Bentham elaboró una propuesta de cárcel en que la sensación de estar siendo vigilado desde una torre central (aún si no lo estaban) era suficiente para que los presidiarios actuaran disciplinados. 
¿Acaso no tenemos razones para sentirnos vigilados? El nivel de detalle con que el Procurador enfrentó a principios de año a la jueza Miriam German Brito revela el seguimiento ilegal que se le daba. La intervención de su teléfono y la autorización judicial “errónea” (porque era el número de “un narcotraficante”) resultó una prueba atroz, que abría la posibilidad para que cualquiera de nosotros nos sintiéramos espiados.
Estos tres casos son muestra suficiente para entender que se espía al poder legislativo, se espía al Poder Judicial, como también a los adversarios políticos sin orden judicial válida, ¿Qué será del ciudadano común? El Congreso no representa ningún freno al Poder Ejecutivo o a los agentes privados que comercian en este mercado, por lo que nos encontramos en manos de la moralidad y la ética de los funcionarios o “empresarios”, para los que  la tentación resulta demasiado grande. De nada parecen servir las leyes en un país donde se impone la arbitrariedad de los hombres.
En 1974, el Comité Church del Senado de EEUU presidido por Frank Church llevó a cabo investigaciones frente a los abusos de la CIA contra los ciudadanos en el marco de la guerra de Vietnam. El Comité evidenció que más de 300 mil ciudadanos norteamericanos que no tenían nada que ver con la inteligencia militar ni eran sospechosos, fueron espiados con la excusa bélica.
Hace pocos años, Edward Snowden, un funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), confirmaría como se espía y el nivel de libertad que tienen los organismos de seguridad de EEUU a cualquier ciudadano del mundo sin necesidad de autorización y en contra de su Constitución.
Herramientas tan poderosas no pueden ser confiadas libremente al gobierno, mucho menos a los particulares. Se encargarán de espiar a los críticos, a los enemigos políticos y hasta a los amigos y parejas… Dando paso a la extorsión, al sometimiento y al menoscabo de la democracia.
Dice Snowden en una entrevista reciente dada a Joe Rogan que a “estos tipos no les importa la ley, no les importa la Constitución, a estos tipos no les importa el pueblo americano… les importa la continuidad del gobierno, les importa el Estado.” Sigue diciendo que  “Muchos expertos en el tema conocen lo que sucede, pero si no las puedes probar, ¿Cómo sigues adelante?... Las circunstancias en las que probamos algo, más allá de una duda razonable, son tan pocas y raras que casi siempre viene de soplones internos...” Por fortuna, los errores a Guido, a Maldonado y a Miriam Germán, nos dieron evidencias sin necesidades de soplones de que esto pasaba.
Lamentable ha sido el rol de la secretaria jurídica del PRM en una rueda de prensa reciente. En ella hacía de público conocimiento que entregaba una lista de teléfonos de sus dirigentes al gobierno, para que los mismos no sean intervenidos. Esta actitud sumisa parece implorar al Poder Ejecutivo y el Judicial la no intervención de los teléfonos de sus dirigentes, pero abre las interrogantes ¿acaso no tenemos todos los habitantes de este país el mismo derecho? ¿Cómo hago para incluir mi número? ¿De qué nos sirve el compromiso de una Procuraduría que no  genera confianza? más aún, ¿De qué sirve que cumpla cabalmente cuando aún existe todo ese mercado privado del que habla el cínico Diputado Diez?
La actitud responsable pasa por un gran pacto nacional, en el que se comprometan todos los candidatos a desmantelar estas prácticas y las “80 mil instituciones y personas” que hacen de ella un negocio. Un gran pacto por la privacidad, que inicie por revisar todas las 17,637 intervenciones dadas judicialmente entre 2017 y 2018, solicitadas por el Procurador “que más escucha”. 
Dicen que una señora de apellido Powell al ver al filósofo Benjamin Franklin, a la salida de las deliberaciones secretas de la Convención Constitucional de 1787, le inquirió: “Bueno Doctor, que tenemos entonces – ¿Una República o una Monarquía?” – Sin dudar, Franklin le respondería “Una República, si puede mantenerla”.
Aquí también nos toca hoy defenderla.

¿Valiente como torero de El Seibo?

"Nunca sentí piedad por un torero, y hasta pensé a veces que era buena su muerte por el pobre toro traicionado" Juan Ramón Jiménez, poeta español. Premio Nobel 1958.

Toda mi vida respeté la tauromaquia y las corridas de toros. Quizás influenciado por Julio Iglesias, el Puma o Chayanne, lo entendía como una tradición española de intrepidez y coraje, de la cual había que priorizar su impacto cultural. Ese pensamiento me duró hasta el año pasado.

A distancia solo conocemos la valentía, las imágenes pausadas, los estribillos de las canciones, los reflejos y la elegancia del torero frente al peligro. El asestar de muerte a la bestia que va por él. El triunfo de la humanidad frente a lo animal. De la vida frente a la adversidad.

Todo hasta que lo vi. Pagué unos 15 euros junto a unos amigos por ir a la Plaza de Toros de Pamplona. A casa llena vi a la gente acudir alegres de blanco y rojo con sus destilados favoritos de acompañante. La vista de la Plaza era majestuosa desde cualquier rincón, sus colores y las energías preparaban al turista de forma positiva. Motivación no nos faltaba.

Después de ciertos rituales de presentación, en el que los participantes saludaban al palco de honor, al presidente y le daban una vuelta de reconocimiento a la plaza, comenzaba el "espectáculo".

La contienda se realizó en tres fases. En la primera fase intervino un torero a caballo bien protegido, cuyo objetivo fue picar al toro con una puya de acero sólo sobre la parte superior del cuello. Con esto le provocó heridas ligeras aunque sangrantes al toro, que hicieron que este agachase la cabeza y estuviese un poco desconcertado para lo que venía.

La segunda fase trató la entrada de varios toreros secundarios (o banderilleros), cuyo trabajo era introducir banderillas de colores sobre el lomo del toro. Estas banderillas  tienen en la punta un arpón de acero cortante y punzante. Estos toreros salieron por toda la circunferencia provocando al animal con sus mantas mientras le clavaban las banderillas, algunos se iban corriendo entre tanto otros volvían a distraer el animal con los pedazos de tela. Este ejercicio se repitió varias veces con los toreros secundarios. Así lo fueron debilitando, quedando cada vez más herido.

Es entonces cuando el toro pasó enfrentar a su gran adversario final. Hizo su entrada el Torero matador, el principal, elegante y dominante. Si los otros le corrieron al toro este no lo hizo. Se le acercó, lo tocó, se le puso de rodilla, ofreció más espectáculo, más riesgo, más burla ante el animal, que estaba también más debilitado. El enterrarle banderillas no cesó hasta que ya sin fuerzas el Matador le clavó el estoque final y lo mató.

Entre vítores y aplausos el toro caído fue entonces amarrado y arrastrado por toda la plaza y el torero celebrado. Constituyéndose este en uno de los espectáculos más vergonzosos y cobardes que he visto, ya que ni un retiro digno se le dio al animal.

En la cercanía lo que un día vi como elegancia me pareció maltrato y burla, lo que me lucía como valentía se reveló como temeridad y cobardía, mientras que la alegría que percibí del público ahora me lucía como un delirio primitivo de las masas.

Ni mis amigos y yo logramos controlar la cólera ese día, no pudiendo completar la agenda de la corrida. Desde ese día nos declaramos partidarios los tres de detener esa humillación desigual y sin propósito. Nuestra indignación nos hizo empatizar por el toro, en lo personal hasta pedí concentración para que el animal se llevara de una buena vez al bufón final que lo mataba sin sentido. En una casi lo logra.  

Tanto la reacción del público de celebrar ese abuso como la reacción nuestra a favorecer al toro, nos lleva a preguntarnos si realmente triunfaba la humanidad o lo animal. Nos lleva a interrogarnos ¿Qué es la cultura? y ¿cuál de sus acepciones tenemos el deber de promover? ¿Es esta cualquier tradición de un pueblo o se trata de algo más? Algo superior. Algo como un instrumento mediante el cual desarrollamos la inteligencia, los valores y el pensamiento complejo.

En estas semanas donde se hace público el anuncio por parte del Ministerio de Agricultura de utilizar fondos públicos para construir en el Seibo una Plaza de Toros en el país, he vuelto a pensar en esto gracias a uno de mis amigos que estuvo presente.

A pesar de que el recuento de nuestra experiencia no es el que sucede en las corridas de El Seibo, donde el toreo no implica matar al toro sino cansarlo, se hace válido reiterar lo inhumano que pueden resultar estas prácticas. Lo fácil que es transgredido los límites. Se hace válido también citarles que existe la ley núm. 248-12 que tiene como objetivo erradicar todo tipo de maltrato y actos crueles contra los animales que los martiricen o molesten. Dicha ley prohíbe y considera como crueldad en su art. 61 el “Maltratar a un animal de forma alevosa, por maldad, brutalidad, egoísmo y satisfacción”. Es entonces acaso algo más que una crueldad la corrida de toros?

De igual modo vale preguntarse, ¿Cuál es la necesidad de forzar una tradición menguada y a todas luces ilegal en el país con fondos públicos? ¿Qué buscamos con incentivar esta disciplina? ¿Qué tipo de cultura deseamos proponer? ¿Qué valores se desarrollarán con ella? La sociedad parece perdona todo en tanto entretenga y rinda beneficios económicos, pero nosotros tenemos la responsabilidad de fomentar aquello que enriquezca nuestro país y de rechazar lo que contamina.