Wednesday, August 14, 2019

Sobre la amistad, la reproducción y los tíos ausentes

A Vanessa, Luis, Hamal, Carmen y demás amigos de quienes aún no conozco sus crías.

“Yo soy tu tío” aún nos dicen a mis hermanos y a mí señores mayores de los cuales no tenemos registros en la vida familiar. Extraña práctica que nos llevaba a rechazar a la persona con suspicacia, porque en principio los tíos son cercanos o no lo son, es decir este hombre bien puede ser un conocido de los viejos pero tío no lo llamaré.

Ahora que muchos de mis amigos empiezan a tener hijos y no logro sacar el tiempo para visitarlos y darles seguimiento a todos, ya sea por el trabajo, los tapones, el hecho de que se reproducen como conejos u otros compromisos sociales… comprendo a aquellos viejos amigos de mis padres y observo el potencial que tengo de convertirme en ese sospechoso personaje.

Pues resulta que como dice el escritor argentino Alejandro Dolina «Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que está rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos. Algunos empecinados insisten en cultivar amistades nuevas.» 

No obstante, estar atrapados en distintos círculos no reduce el afecto por los amigos. Aquí se hace válido citar al maestro Jorge Luis Borges, por aquello que decía de que a diferencia de lo que sucede con el amor “la amistad puede prescindir de la frecuencia”. Basta con la memoria, cierta química y encuentros esporádicos para que la amistad se prolongue y mantenga. 

Y cuando un amigo decide multiplicarse, se hace imposible limitarle el afecto al resultado de su multiplicación. Es así como haciendo introspección décadas después, ya no encuentro de entrada extrañeza ni sospecho dolo en esos mayores que nos reclamaban la categoría de “tíos”, y tocará asumirlos como siempre lo ha hecho mi hermana mayor sin obstáculos. 

Por lo que a mis sobrinos que recién nacen, aún si no los veo por un tiempo prolongado, aún si no hay regalos como dicta el calendario anual de consumo, sepan que para las cosas importantes se puede contar con esos tíos, que andan por ahí reclamando una categoría afectiva simplemente por el hecho de que, al igual que ustedes, quieren mucho a sus padres.

Urge legalizar el cáñamo del cannabis sativa, no la marihuana

A finales del año 2018 la mayoría de los republicanos y demócratas en el Congreso de los Estados Unidos se pusieron de acuerdo en algo, y fue en votar a favor de legalizar la producción industrial del Hemp en ese país (cáñamo de cannabis sativa). Posteriormente el Presidente Donald Trump promulgaría la ley contentiva de esta legalización.

El cáñamo del cannabis sativa no es lo que se conoce como marihuana, ya que el tetrahidrocannabinol (THC), que es el agente psicoactivo que produce efectos psicotrópicos en la marihuana, está reducido a un 0.3% a la hora de cosechar el cáñamo. Y lo que es mejor para cualquier ferviente opositor a la legalización de las drogas según explica el director de VoteHemp.org Eric Steenstra, “si el polen del cáñamo se llegara a mezclar con el de la planta femenina que cultivan para la marihuana, causaría que la semilla pierda su potencia… Por lo que, quienes cultivan marihuana en EEUU no quieren cáñamo justo al lado de su siembra”.

Hasta este momento la siempre y cosecha del Hemp estaba prohibido dentro de los EEUU, razón por la cual las empresas que utilizaban este producto dependían de importaciones de China, Francia o Canadá, donde la prohibición era inexistente.

Pero para qué se utiliza este planta? Sus utilidades han sido variadas a través de la historia. Entre ellas se establece que la propia constitución de EEUU fue escrita con papel derivado de esta planta, lo cual no sorprendería ya que el propio George Washington cultivaba hemp. Posteriormente, en la Segunda Guerra Mundial, EEUU usó el cáñamo para hacer sogas.

En la actualidad su uso sigue siendo variado, desde productos alimenticios, ropa, jabones y debido a su fortaleza (Algunos establecen que el Hemp es más resistente que productos como el acero) ha sido usado hasta para hacer automóviles.

Y aunque es mayor el trabajo y la intensidad de la cosecha, cultivarlo es buen negocio. En la actualidad, dice Streenstra, que comparado con un acre de maíz o trigo la productividad del cáñamo rinde mayores frutos económicos en EEUU. Este cultivo presenta como beneficios que debido a su fortaleza no requiere pesticidas, así como que no necesita tanta agua como el arroz para ser cosechado.

Al igual que sucedía en Estados Unidos, en nuestro país el artículo 21 de la ley 2050-88 aún prohíbe todo tipo de plantas relacionadas al cannabis porque la considera como “estupefacientes y sustancias controladas”. Un inversionista recientemente me citó que tenía la idea y el capital para desarrollar en nuestro país un proyecto de exportación de Hemp a EEUU, pero que entre las barreras se encontraba esta del obstáculo legal.

Es preciso destacar que la nueva Farm Bill de los EEUU no libera totalmente el cultivo del cáñamo. Se establece un mecanismo para su cultivo industrial que requiere de autorización y regulación para verificar que el mismo sea conforme a la ley y su THC menor de 0.3%.

Considerando las ventajas de nuestro país para producir, como el acceso a mercados de libre comercio, la posición geográfica y la mano de obra barata; urge que el Congreso reconsidere la prohibición existente del Cáñamo para fines industriales, ya que va en detrimento de nuestro comercio y capacidad exportadora.

Tuesday, August 13, 2019

De cuando demandé a una aerolínea en Francia y gané

“No puede haber democracia diaria, sin ciudadanía diaria” R.N.

Uno de mis héroes es el activista estadounidense Ralph Nader. Un abogado que ha dedicado su vida a servir a la ciudadanía, principalmente a través de mejorar los derechos del consumidor.

Gracias a él disfrutamos de un buen número de leyes e instituciones (tanto los estadounidenses como gran parte de la humanidad) iniciando por los airbags y los cinturones de seguridad. Una de las razones es por su voluntad a reivindicar derechos, a fijar posición y a obligar al sistema para que este trabaje para la ciudadanía. 

En julio de 2017, yo tenía boleto de regreso a Santo Domingo vía el aeropuerto de Orly en París. Por razones que no vienen al caso, un tráfico especial ese día o simplemente mi culpa (como se encargaría de recordarme el testarudo amigo Chan que viajaba conmigo), llegamos faltando una hora para el despegue del avión. Corriendo nos informan que el Check-in (Registro) del vuelo estaba cerrado, que cerraba una hora y media antes.

En servicio al cliente de la empresa tratamos de forzarlo, pero nos informaron que había que estar dos horas antes en vuelos transoceánicos. A diferencia de vuelos internos de Europa que era 1 hora... ¿Dónde dice eso? En su ticket fue la respuesta del representante, pero ahí no encontramos nada.

Estábamos dispuestos a viajar solo con maleta de mano evitando complicar el check-in, pero no hubo diálogo posible con el representante de la aerolínea, que a su juicio tenía una fila con peores problemas que una tardanza. Al otro día nos enteramos que el avión se retrasaría dos horas, por lo que el tiempo hubiese sobrado para hacer migración y llegar a la puerta de embarque.

Tuvimos que comprar otro vuelo para el día siguiente y solo recuerdo los posteriores lamentos del Chan, que por ese dinero gastado nunca iba a poder comprar su casita. Una vez llegué a Santo Domingo via Haití, mantuve el sentimiento de agravio. ¿Cómo pueden exigirle a alguien llegar a una determinada hora sin comunicárselo? ¿Y si mañana deciden que no son dos, sino tres horas o cuatro para el check-in? 

Decidí buscar abogados. Encontré una empresa Flightright en internet que llevaban este tipo de caso por un cuota litis (es decir si el caso se ganaba, ellos ganaban). Primero hacían una evaluación para saber si el caso tenía mérito. Se lo comenté a un escéptico Chan que les escribió páginas de lo sucedido. Yo hubiese querido copiar su relato, pero no me había avisado cuando lo envió, así que tuve que desarrollar en pocas oraciones el mío. A él se lo rechazaron, a mí quizás por abogado, me pidieron contar más.

Les gustó el caso. Así que apoderé a los abogados que trataron de contactar la aerolínea sin suerte. Por lo que ahora tocaban los tribunales de Francia, la demanda se la había comentado a muy pocas personas, por la tendencia a resignarse o azarar que tienen muchos. Pero dicho misterio se vio revelado un buen día que me enviaron una citación a audiencia ante el “Tribunal D’Instance Service Civil Place Marcel Cachin”. Con tan mala suerte que la recibió el otro Tony Raful, mi padre, quien al comentarlo recibió reprimendas de la familia por andar peleando en Europa. Nadie le creía su “No fui yo!” así que tuve que intervenir a aclarar algunas cosas. 

El caso es que la semana pasada llegó la sentencia favorable. En el juicio, la aerolínea presentó como “prueba de mi falta” una recomendación de su página web (no el boleto) que pide presentarse de 4 a 6 horas antes en el aeropuerto, pedían condenarme a 500 euros por las costas.

El Tribunal francés en una brevísima sentencia de 6 páginas, consideró injustificada la negación de mi embarque, ya que la aerolínea no aportó pruebas de que me haya informado de manera directa mis obligaciones. Estableció que esta “se habría realizado de manera válida si, como otras aerolíneas, esta indicación apareciera en el documento de reserva que recapitula las características del vuelo adquirido”.

Es así como la empresa Air Caraibes fue condenada a pagarme 600 euros en aplicación del Reglamento Europeo 261-2014. Este monto es más simbólico que beneficioso, ya que es similar al que me costó el pasaje de reposición, y tendríamos que restarle el 25% del cuota litis, y la promesa de dividirme lo ganado con Chan como aporte para su casita. 

Es decir no es mucho, pero quizás lo suficiente para que la empresa corrija esa situación informando debidamente al consumidor. Además de que queda ese agradable sabor de victoria moral e internacional en mi primera demanda como afectado. Y claro el intento fructífero de replicar el ejemplo de uno de mis héroes haciendo valer mis derechos y de paso el de todos.

El Récord Guinness y los logros que nadie quiere


Image result for carlos silver guinness¿De qué me sirve como dominicano un Récord Guinness? ¿Ante quien podemos pavonearnos de tener un récord que nadie o casi nadie ha querido en su vida? ¿Atrae prensa mundial o turismo?... ¿O será simplemente un viaje del ego, de 15 minutos de fama de otro que arriesgó su vida por querer ser reconocido y querido?


Recuerdo en mi adolescencia la celebrada figura del nadador dominicano Marcos Díaz, hoy viceministro de deportes. Lo conocí impartiendo una charla de esas de coaching a mi grupo en el colegio. Tenía muy buena prensa. Los medios lo reseñaban como el gran nadador mundial. 

Desde esos tiempos mi problema con su figura era que no entendía contra quien competía; ¿Cuantas personas habían tratado de hacer lo que él hacía? ¿A quién le importaba lo suficiente para llevar esas estadísticas? ¿Cuantos querían ser el mejor nadador en esas distancias exageradas que él elegía? Porque a mi juicio para exceder en una disciplina necesitabas el desafío de los mejores atletas y eso lo atraía la popularidad de la competición.

A pesar de que hoy puedo reconocer que todo logro requiere esfuerzos, mi juventud no me permitía celebrar un dominicano como Marcos Díaz, porque quería un Michael Phelps. Uno de medallas en el pecho, que competía contra los mejores del mundo en una disciplina de natación admirada. Porque al final la verdadera hazaña deportiva no se encuentra solo en el esfuerzo, sino en el esfuerzo competido que nos hace sobresalir.

Y aquí entramos entonces al caso de los Récord Guinness y la República Dominicana. En 2012, el Ministerio de la Juventud apadrinó unos jóvenes para que leyeran por 42 días consecutivos y figuraran en el Récord Guinness, convirtiéndonos en "la nación del mundo que más tiempo ha durado leyendo continuamente y en voz alta". La acción se promocionó como una acción cultural, que era parte del rescate de la literatura, por la cual el mundo iba a ver que éramos “el país más lector del mundo”.

De nada sirvió. 

Porque son espectáculos, y la publicidad de valores o patriótica que acompaña estos espectáculos mueren con ella, son igual de obsoletas. Nadie con discernimiento cree que el nado de Marcos Díaz sirvió para fomentar los Objetivos Mundiales del Milenio, ni que esos 42 días hayan servido para mejorar nuestros índices de lectura, mucho menos que Carlos Silver fomente el canto o el patriotismo. Son viajes del ego, en ocasiones con fines comerciales o políticos.

Carlos Silver ha sido el caso más reciente. Un artista dominicano poco conocido hasta que inició su búsqueda por el récord Guinness, lamentablemente no lo logró, pero su ejemplo queda para evaluar este tipo de hazañas. Y es que aún si Silver hubiese alcanzado dicho récord, es cuestionable la magnitud del logro debido a la falta de importancia y rigurosidad de la misma. El canto exige tonos y melodías, pero ¿puede una persona mantener por decenas de horas una fortaleza vocal determinada? O llegado un momento la voz falla (como le pasó a Silver) y el propósito termina siendo cantar por cantar como salga, aún si el resultado deviene en ruido, cosa que cualquier mediocre en canto con capacidad de aguante podría intentarlo, por lo que cabría preguntarnos ¿Qué tanto puede este récord ser celebrado?

De pequeño hojeaba el libro Guinness, y entre las cosas que más me impactaron fue ver la foto del hombre con las uñas más largas del mundo, y viendo el caso de Silver me pregunto hoy ¿me habría dado orgullo este hombre si hubiese sido dominicano? Su capacidad de mantenerlas creciendo, de poder hacer su labores cotidianas, de vivir entre críticas de la sociedad eran realmente impresionante, ¿pero era esa el tipo de proeza individual que quisiera ver replicada en mi sociedad?, obviamente que no.

Cierto es que en el país tenemos al menos un Récord Guinness plausible de promocionarse, el Mojito más grande del mundo. Y lo entiendo así porque el mismo conlleva un valor noticioso, entretenido y turístico. ¿Pero podemos realmente insuflar el pecho y desempolvar la bandera ante este u otro logro cuando casi nadie ha competido por ello? 

Carlos Silver es el caso más reciente de una persona dispuesta a sacrificar su salud por la fama, por el espectáculo. Ya ha anunciado que lo intentará una tercera vez. Pero si su interés real yace en el canto, debe aprovechar toda su popularidad efímera y enfrentarse en el terreno del artista, preparar un disco con algo de rigurosidad y para un público que entre toda la música existente, lo elija más allá de su travesía. Porque la realidad es que una gran parte del Récord Guinness carece de competencia no precisamente por lo genial o descomunal de su hazaña, sino por lo ridícula que puede resultar en ocasiones la misma.