Friday, March 2, 2018

Cocote y el cine dominicano

"La única cultura que existe es la cultura superior, la que despierta la mente no la que narcotiza...." A. D.

Existen pocos estímulos a la complejidad y a la excelencia en el cine dominicano. No obstante, como en todos lados, hay quienes la escudriñan, la persiguen y a veces la rozan. Éste puede que sea el caso del más reciente filme de Nelson Carlo de los Santos titulado “Cocote”.

Una historia de introspección a nuestro país, un viaje a observar el mazacote cultural que compartimos en la isla: a sus esperanzas, a sus miserias, a la impotencia de padecerlo y a las distintas clases que lo habitan, que se ignoran y que, por momentos, se intersecan.

Quienes estén acostumbrados a la sobre-estimulación de la mayoría de filmes o series actuales, pueden encontrar momentos de pesadez en el película, pero se trata de un viaje en el cual comprometerse con el resultado no dejará al espectador intacto.

El filme presenta el viaje del héroe. Un héroe humilde llamado “Alberto” interpretado por Vicente Santos, que labora como jardinero en una casa de una familia adinerada, en una comodidad prestada y que recurre a la iglesia evangélica como alimento espiritual y forma de autocontrol.  

Esta vida de Alberto se ve interrumpida cuando se le aviene la crisis: Su padre ha sido asesinado por una deuda en su pueblo de origen. Y ahí empieza su odisea. El filme está cargado de una hermosa continuidad de imágenes que bien sitúan la naturaleza, la religiosidad y las paradojas sociales del país, en ocasiones pareciendo una pieza de contenido documental.

Una vez llega al pueblo, Alberto se enfrenta a la noticia que le han mentido, su padre ha sido enterrado y él ha llegado para formar parte de los rezos, no del entierro, lo que supone la profundización de la crisis interior del personaje por contradicciones espirituales. Y la cual se agrava con la idea familiar de hacer justicia a la muerte de su padre.

El relato patriarcal está presente en toda la película. Al ser el único hombre, Alberto es conminado al rol de vengador. Él se resiste intentando buscar las vías de la justicia ordinaria, el perdón o hasta de culpabilizar al padre por su propia muerte. Sin embargo, el camino de la justicia está cerrado. La corrupción permea el pueblo. No hay autoridad más que la del dinero, como bien se lo explica un policía que le da clases de sociología en un intercambio ligero. Le explica que siendo el asesino de su padre el más fuerte económicamente, sólo un poder como el de quizás la familia rica para la que trabaja puede hacerle justicia a su padre, pero Alberto no lo entiende posible.

Por otro lado, las hermanas le impiden elegir otro camino que no sea el de la justicia propia e inmediata, increpándole su falta de emoción y amor ante la muerte de su padre, asesinado como un perro. Y a pesar de que los roles femeninos en la familia de Alberto resultan más aguerridos y desafiantes que el protagonista, las mismas son incapaces de vengar al padre, dejando ese proyecto en manos de la figura masculina. Este patriarcado, que tanta presión conlleva para un renuente Alberto, es mejor reflejado en una de las escenas del filme en que su hermana Karina, interpretada por Judith Rodríguez, se enfrenta al asesino del padre vociferándole cosas, y éste a quien le responde es a Alberto diciéndole que la controle para evitar una tragedia.

Ver a Vicente Santos desarrollar el papel que tiene que sufrir el choque de identidades, de las presiones sociales propias del hombre en la narrativa, de transformar su ideal sumiso hasta asumir el de vengador redentor, de romper con el ser dócil y convertirse en el hombre responsable que arriesga su vida por su familia, es una joya. Como de igual forma, dan gusto las actuaciones de sus hermanas representadas por Judith y Yuberbi de la Rosa, catalizadoras en esa transformación de Alberto. 

Una vez transcurrida la epopeya queda reconocer que el jardinero que regresa a la mansión ya no es el mismo del inicio, ha reconocido sus raíces y se ha transformado en ente maduro, ¿cómo se adecuará al antiguo universo? ésa sería otra película aparte.

Hace unas semanas dije que películas como “Cocote” le hacen daño al país porque sirven de escudo para no enfrentar y corregir los problemas actuales de la ley de cine, porque se suman sus premios internacionales y limitado presupuesto y se dividen entre los resultados de todas las películas realizadas, de manera interesada como excusa para generalizar un supuesto avance. Pero también vale decir que películas como "Cocote" fomentan la idea de que un cine de identidad, responsable, y artístico es posible y que éste no resulta de la improvisación ni el azar.

Porque sí, "Cocote" es producto de la Ley de Cine, pero también es receptor del único criterio de calidad llamado a filtrar algunas películas en la ley, FONPROCINE, un capítulo de la Ley que permite hacer concursos con un jurado experto para que sea desarrollada y financiada la mejor propuesta posible de nuestros artistas, a diferencia de lo que sucede con casi la totalidad de las otras películas dominicanas que se hacen; y FONPROCINE, limitado como es en la actualidad, debería ser el camino donde el cine dominicano debe dirigirse, ya que el dinero que se invierte en esta ley es de todos y no tiene por qué estar en manos de un grupo de empresarios privados, sin conocimiento artístico, decidir cuáles películas dominicanas se hacen con él y cuáles no, según sus intereses.

Trujillo y su nieto: Chapita y chapiador

"Que el esclavo fue mi abuelo es mi pena, es mi pena
Si hubiera sido el amo sería mi vergüenza"
Julia de Burgos

Decía Marx desarrollando a Hegel que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa... Y aunque cansados muchos de este tema, no podemos permitirnos el lujo de ver venir la farsa sin confrontarla.

Sobre todo porque cansa como a la hora de abordarlo algunos lo limitan: que si Trujillo era un violador de niñas, que si asesinó mujeres, que si encarcelaba a sus opositores.... Porque enfocarse en esos argumentos ignora la idea reivindicada por quienes creen añorarlo: seguridad, patriotismo, pago de la deuda externa y cese de la corrupción. Permitiendo a aquellos seguidores a decir entonces: no lo malo no, solo me refiero a querer lo bueno.

Pero el que añora con sinceridad escoger lo bueno de la dictadura de Trujillo y desechar lo malo es un ingenuo, no sólo porque algunas de esas cosas no existieron (combate a la corrupción) sino porque otras precisaban de lo oscuro para sostenerse (seguridad y patriotismo), y en eso entra un nieto con aspiraciones presidenciales. Pero para analizar al nieto tenemos que verlo en dos vertientes: 1) ¿Quién es?; y 2) ¿Qué simboliza? (no qué dice).

¿Quién es?

Ramfis Domínguez Trujillo nació en New York en 1970, nueve años después de la muerte de su abuelo, a quien sólo conoce por la nostalgia de lo que le han dicho sus familiares o por lo que ha investigado. A pesar de nacer en el lujo, en una nación que te permite estudiar en las mejores universidades aunque permanezcas la adultez endeudado, Ramfis no se encargó de tener estudios en universidades de prestigio, siquiera una maestría que muestren sus dotes intelectuales como carta de presentación.

En el campo político luce no más que un oportunista sin experiencias, que se alimenta de la desesperación de muchos y de la trastornada añoranza de un pasado glorioso. Hábilmente ha ganado popularidad atado a la imagen de lo que construyó su abuelo, por eso elige siempre mencionar los nombre más sonoros en materia histórica – Ramfis y Trujillo –, a pesar de llamarse Luis José Domínguez de manera principal. Pero a diferencia de su precoz nieto, a Trujillo sí podemos destacarle que trabajó su ascenso en el país. Porque antes de ser dictador construyó desde las instituciones castrenses por años su paso hasta el poder. Es decir, al momento de presidir el país Trujillo era un hombre probado, tanto en la crueldad como en las ambiciones materiales, en el robo como en su servicio al invasor desde posiciones de poder y liderazgo, no fue una improvisación de los que lo apoyaban, sin embargo su nieto, ¿Ha ejercido una posición pública alguna vez? o ¿Conocemos cómo se manejaría en tal posición?

O están dispuestos quienes lo apoyan a cederle (en un país presidencialista) nuestra mayor posición simplemente por ser nieto de alguien en un país que ignora, con una población que no comprende sus males, de la que tiene sólo una versión de su historia y cuyo pueblo lo desconoce, no sabiendo si es derrochador, ineficiente, abusador o más corrupto que los que pretenden sustituir.

Una persona cuyo único vínculo destacable con la República Dominicana es uno propio del chapeo estatal, siendo éste el siguiente: En 2005, Ramfis dice orgulloso haber dirigido un “proyecto” y un “equipo” de la empresa WODA consistente en buscar financiamiento del Banco del Commonwealth Australiano para nuestro Banco Nacional de la Vivienda (BNV) para viviendas de bajo costo. Según el reconocido analista Alejandro Fernández W., que tuvo acceso a los estados financieros auditados del BNV, el banco dominicano nunca recibió un desembolso. No obstante lo que sí sucedió fue que los involucrados ejecutaron la garantía económica acordada, llevándose 5 millones de dólares del BNV sin cumplir su parte. Fernández W. llama al proyecto un robo fraudulento lesivo al interés nacional, preguntándose en su programa diario de radio de la semana pasada “¿Cómo es posible que se asocien a alguien con ese criterio?”. Un buen ejemplo que muestra que además de heredar la egolatría del abuelo (personaje que por su afán de usar condecoraciones y medallas era apodado Chapita), el nieto parece haberlo heredado en eso de sacarle beneficios al Estado Dominicano.

Lo que simboliza

Recuerdo que cuando conocí al ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, lo felicité por un suceso que protagonizó en plena dictadura de Pinochet. En 1988, siendo entrevistado por primera vez en televisión nacional Lagos se salió del marco de la entrevista y se adueñó de la cámara en un momento y se arriesgó a increparle al dictador que Chile no podía continuar un futuro “con tortura, con asesinatos, con violación de derechos humanos…”. Él me contaba que sus nietos viendo la entrevista en estas fechas no encontraban nada valeroso en el acto.

¿Por qué? Porque criados en un ambiente democrático y de libre expresión no comprendían el valor de su abuelo en dictadura, en su mundo expresarse así era cotidiano y no tenía repercusiones. Y es que como bien dice el General Soto Jiménez de la dictadura de Trujillo, no hay forma de explicar con palabras lo que era vivir en ella, sólo quienes la habitaron tienen idea. Y las presentes generaciones que apoyan al nieto parecen dar por sentado cualquier conquista alcanzada, ignoran por ejemplo lo que dice José Enrique Méndez Díaz, que "En San Juan de la Maguana, el miedo se apoderó de la gente. Todos aprendieron a callar, a borrar de la memoria, a conocer el olvido. Callaron los grupos sociales, la iglesia, la prensa, los profesionales, los intelectuales”. (Y aquí pauso para felicitar e invitar a seguir a la Fundación Héroes del 30 de mayo de 1961 en las redes sociales donde encontré el precitado texto)

Pero más allá de la tensión política hablemos del “pasado glorioso”. Basta con ir al Museo de la Resistencia o al Banco Central para saber que al momento de crear el peso dominicano Trujillo se robó casi 12 millones de dólares con el cambio.... por lo que vale preguntar ¿es éste el héroe extrañado? ¿Un ladrón?

Uno que concentraba la propiedad de casi todas las industrias a la fuerza (pintura, zapato, cementos), que concebía el país como su negocio y los ciudadanos como sus empleados. Un personaje que puso en riesgo la economía nacional, la seguridad, las vidas de los dominicanos, y las relaciones internacionales al intentar asesinar al presidente de Venezuela Rómulo Betancourt o al asesinar al de Guatemala Castillo Armas.

Alguien cuya idea de control migratorio se resumía en invitar inmigrantes blancos pobres a vivir en el país y matar a los haitianos pobres. Poniéndole en 1937, después del “Corte”, un precio a cada vida humana asesinada por la presión internacional, bien baratos por cierto, por lo que cualquiera que pretenda defender la vida debe rechazar ese pasado. 

“Pero pagó la deuda externa”, sobre esto cabe decir que en los años 1980s la tendencia fomentada por los organismos internacionales fue endeudar a los países, y en los 1990s privatizar sus empresas; en ambas caímos. Pero si vamos más atrás, vemos que en la época de Trujillo hubo una tendencia a pagar la deuda externa por razones de la segunda guerra mundial; Trujillo obedeció (como lo hizo frente a EEUU del 1916 al 1960), al igual que lo hizo Haití antes que él, por lo que también ese logro “nacionalista” queda en dudas.

El ser humano siempre tendrá el deseo de permanecer en su infantilidad y de delegar todo en alguien, evadiendo así las responsabilidades que tiene para sí, como ente social, como ente democrático, porque es pesado saber que la democracia se construye todos los días. Pero ¿delegarla en un nieto cuestionado y sin condiciones probadas? Los hombres son sus circunstancias, y superada una época de terror y angustia, debemos rechazar toda forma de redituar anacronismos, toda repetición en forma de farsa.

Sin embargo, si es un Trujillo que siguen buscando creo que una buena parte de los políticos dominicanos actuales estarían dispuestos a jugar ese rol. Sin oposición, sin elecciones, sin fiscalización, donde la renta de las empresas estatales vayan a su cuenta o a sus familiares, donde asesinar no involucre derechos humanos, donde silenciar sus opiniones sea rutina... entonces no habría que buscar un familiar del régimen, un extranjero desconocido. Por eso la respuesta a ¿Si se necesita otro chapita? Aún si usted pensaría que sí, no pasa por un nieto chapiador.