A Vanessa, Luis, Hamal, Carmen y demás amigos de quienes aún no conozco sus crías.
“Yo soy tu tío” aún nos dicen a mis hermanos y a mí señores mayores de los cuales no tenemos registros en la vida familiar. Extraña práctica que nos llevaba a rechazar a la persona con suspicacia, porque en principio los tíos son cercanos o no lo son, es decir este hombre bien puede ser un conocido de los viejos pero tío no lo llamaré.
Ahora que muchos de mis amigos empiezan a tener hijos y no logro sacar el tiempo para visitarlos y darles seguimiento a todos, ya sea por el trabajo, los tapones, el hecho de que se reproducen como conejos u otros compromisos sociales… comprendo a aquellos viejos amigos de mis padres y observo el potencial que tengo de convertirme en ese sospechoso personaje.
Pues resulta que como dice el escritor argentino Alejandro Dolina «Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que está rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos. Algunos empecinados insisten en cultivar amistades nuevas.»
No obstante, estar atrapados en distintos círculos no reduce el afecto por los amigos. Aquí se hace válido citar al maestro Jorge Luis Borges, por aquello que decía de que a diferencia de lo que sucede con el amor “la amistad puede prescindir de la frecuencia”. Basta con la memoria, cierta química y encuentros esporádicos para que la amistad se prolongue y mantenga.
Y cuando un amigo decide multiplicarse, se hace imposible limitarle el afecto al resultado de su multiplicación. Es así como haciendo introspección décadas después, ya no encuentro de entrada extrañeza ni sospecho dolo en esos mayores que nos reclamaban la categoría de “tíos”, y tocará asumirlos como siempre lo ha hecho mi hermana mayor sin obstáculos.
Por lo que a mis sobrinos que recién nacen, aún si no los veo por un tiempo prolongado, aún si no hay regalos como dicta el calendario anual de consumo, sepan que para las cosas importantes se puede contar con esos tíos, que andan por ahí reclamando una categoría afectiva simplemente por el hecho de que, al igual que ustedes, quieren mucho a sus padres.
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