"Nacido ciudadano de un Estado libre, y miembro del soberano, por poca influencia que pueda tener mi voz en los asuntos públicos, basta el derecho a votar respecto a éstos para imponerme el deber de instruirme en ellos..." J.J. Rosseau (Contrato Social)
La iniciativa del "Voto por Ninguno" promete que los Partidos Políticos reconsideren ante una supuesta popularidad del mismo, las opciones electorales que presentan.
La casilla electoral de "Ninguno" (sin tocar el tema de la inestabilidad política que pudiese acarrear en sociedades subdesarrolladas como la nuestra) apela al desaliento (que siempre será más fácil que alentar), lo multiplica y va generalizando en el intento de decir que todos son iguales y que, por ende, "Ninguno" cumpliría.
Sin embargo, no hay certeza de que esta modalidad de implementarse tendría éxito, pues esta iniciativa sólo tiene luces en un sistema donde el voto es obligatorio y su falta está penalizada (por ejemplo, en Perú). El voto en nuestro país no es obligatorio, y el mecanismo de rechazo ante las ofertas electorales seguirá siendo (por excelencia) no hacer filas el 16 de mayo, levantarse tarde e irse a la playa.
Es nuestro deber apoyar los candidatos más potables de nuestras zonas, de reunirnos con ellos y exigirles antes de ser electos, ya que cualquier mandato que tengamos sobre ellos como votantes existe al momento de votarles, no después.
No desperdiciemos energías en "Ninguno". Es cierto que hay una crisis de representación en el país (fundamentada en la pobreza y la falta de educación), pero el "Voto por Ninguno" promete muchas cosas, pero no cumple (valga la redundancia) con Ninguna
"Si entre miles de aspirantes o candidatos no aparece un hombre o una mujer decente y honesta, el problema no será de Diógenes, sino de lámpara." De buena tinta, Diario Libre
T.
(Publicado para el Communis Opinio, periodico digital del Comite de Estudiantes de Derecho)
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