“Por mucho que nos hieran, a
través de las historias de nuestros clientes aprendemos más y más que la vida
es desordenada; Aprendemos a ver el gris donde otros ven en blanco y negro…
Abren puertas para comprender no solo las humanidades de nuestros clientes,
sino también las nuestras.” W.M.
A raíz del caso Emely Peguero,
pude observar muchas personas atacar a la abogada de Marlin Martínez con un
encono similar a si hubiese cometido el crimen. Esto parte de la idea de que
alguien es bueno o malo dependiendo a quien defienda, y es estimulado por la
furia que se promueve en las redes sociales eligiendo fragmentos aislados de su
defensa.
En estos casos tan mediatizables
y mediatizados, donde se impone una narrativa novelesca del bueno versus el
malo, el rico contra el pobre, amor versus odio, la impunidad frente a la
justicia… es difícil que cualquier persona permanezca impasible ante sus
procesos y resultados. Razón por la cual ante una buena representación legal,
se llegue a cuestionar la necesidad de que aquellos a quienes creemos
criminales tengan defensa alguna.
En el año 2013, Abbe Smith editó
en Estados Unidos el libro “Como puedes representar a esas personas?”,
dedicándose a reunir testimonios de abogados que se han visto en el escenario
de defender casos impopulares o a criminales. ¿Qué mueve a esos abogados a
incursionar en estos ámbitos? (No todo era dinero puesto que muchos de ellos
son defensores públicos asignados), sobre el particular hay varias respuestas
posibles según la defensora Barbara Babcok cuenta en el libro, entre ellas:
– La
respuesta del constitucionalista que dice “Es un trabajo noble en el cual el
derecho a la defensa es invocado… consagrando una justicia equitativa,
igualitaria y exacta.”
– La
del egotista que dice “Es más interesante que la rutina repetitiva de otros
abogados…”
– La
del probabilista que dice “Es mejor que diez culpables salgan libres que un
inocente culpable…”
– La
del trabajador social que explica que “Aquellos acusados del crimen son
justamente los representantes más visibles de una clase sin oportunidades en
América, por lo que darles la justicia que merecen terminará en una acción
beneficiosa para la comunidad reduciendo el enfado y la alienación.”
– La
respuesta del civilista libertario que dice “Aquellos acusados son la
representación de todos. Cuando sus derechos son erosionados, la nariz del
camello está bajo la carpa y le puede colapsar a cualquiera. Protegiendo los
derechos de los criminales, nos protegemos nosotros mismos.”
Está también la respuesta del
dinero, y otras más. Y aunque no sepamos las razones que llevaron a la abogada
de este caso a defender a la acusada, quizás una muy oportuna de las citadas
por Babcok es la que ella denomina la “Respuesta Recogedor de Basura”, que dice
“Es un trabajo sucio pero alguien tiene que hacerlo. No podemos tener un
sistema de adversarios funcionando sin partes en ambos lados. Un abogado de la
defensa mantiene el sistema limpio empujando a la policía y a los fiscales a
altos estándares”.
A pesar de no conocer aún la
sentencia íntegra del caso de Emely, mucha de la repulsa por el dispositivo de
la sentencia ha sido dirigida a los jueces, poco a los abogados privados o del
Ministerio Público, nada al tratamiento de la Policía de la información. En
estos casos, el papel de un buen abogado de defensa exige una eficiencia en
estas instituciones a instrumentar un mejor expediente.
Por eso juzgar el devenir del
caso sin conocer a profundidad, no solo las argumentaciones sino las pruebas
disponibles, la vinculación a esas pruebas, las refutaciones… más allá de lo
que diga un abogado de una parte por las redes sociales, puede ser
errado.
En ese sentido, sería oportuno
evaluar no solo el desempeño de nuestras instituciones, sino la responsabilidad
de los abogados, comunicadores y figuras públicas que en ocasiones promueven
falsas expectativas, la repulsa social, el descreimiento de la justicia e
incitan al desorden, con intereses diversos que pueden ir desde promover una
candidatura o una aprobación de gestión, a buscar likes, colocar vallas o
tentar el caos para fortalecer una política de oposición, cosas de las cuales
debemos
cuidarnos.
Y es que los juicios pueden ser
televisados, pero no necesariamente resultan material para las redes sociales,
fragmentos de 30 segundos pueden excluir dimes y diretes, tensión y demás
dinámicas propias de la vida misma… hoy por suerte le tocó ese trato a alguien
culpable pero como diría el civil libertario, el trato de aquellos acusados es
la representación de todos. Y aquí es válido reconsiderar el análisis del
tribunal que al observar la doctrina, la jurisprudencia y el Código Penal,
concluyeron que “Crear la complicidad de Marlín Martínez en base a los hechos
que han sido probados al tribunal, constituiría el precedente más funesto para
el derecho penal”.
Entiendo que por la connotación
del caso y el dolor de muchas personas ninguna sentencia fuera de la pena de
muerte (prohibida en el país) podría traer consuelo a la gente, pero como dice
William Montross al referirse a ella:
“La pena de muerte es cara; ha
resultado en la muerte de personas inocentes; Es bárbaro y anacrónico; es
racista y clasista; envía el mensaje equivocado a nuestros hijos; Nos
estigmatiza ante los ojos del mundo. Promete falsamente la curación y
el “cierre” a los miembros de la familia en duelo cuando no hay nada
terapéutico en el proceso. Multiplica el dolor existente: cuando una hija
pierde a un padre, una ejecución lo convierte en dos. Por lo demás, las
personas buenas engañan y destruyen pruebas para asegurar una sentencia de
muerte que avanza en sus carreras o asegura su reelección. Tan poderosa es su
capacidad de pervertir que lleva a la gente a creer que su dios quiere la
muerte y no la redención.”
A pesar de tratar someramente el
juicio del momento, la finalidad de este escrito ha sido exponer que existen
diversas razones para defender a un acusado de un crimen horrendo, y que es
necesaria su defensa para el sostenimiento del sistema, más cuando se incluye
elementos como la mediatización y la presión pública sobre los jueces a dar un
dictamen más allá del caso y pruebas que se le presenten.
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