Pido disculpas a aquellos que llegaron aquí pensando en Donald Trump, según las encuestas su popularidad es bastante alta, distinta al caballero que les voy a presentar. Su nombre es Martin Shkreli y es quizás la persona más odiada de los Estados Unidos en la actualidad. Tiene apenas 32 años y no ha sido condenado por hacer algo ilegal. Cabe entonces preguntar ¿Por qué el repudio?
Shkreli fundó una compañía farmacéutica. En vez de invertir en producir nuevos medicamentos decidió cambiar el enfoque empresarial. Pensó comprar las marcas de medicamentos que no tenían patentes. Ese mercado no es muy cotizado porque, ¿Por qué alguien iba a invertir en medicamentos sin patentes y de reducido uso? Pero Shkreli vio una oportunidad. Compró una marca llamada "Daraprim" que no tenia genéricos ni competencia disponible. Redujo la distribución del medicamento y aumentó de 13.50 dólares a 750US$ el precio de la pastilla.
¿Que es Daraprim? Es el medicamento por excelencia para enfrentar el parásito de la toxoplasmosis. Esta enfermedad es un mal común en EEUU y la medicación no es urgente para todos. Sólo aquellos pacientes que tienen VIH/SIDA o que por alguna razón poseen un sistema inmunológico deficiente son afectados de gravedad necesitando Daraprim. Al ser la única receta disponible y no ser lucrativo el mercado por la poca cantidad de personas que la usan se abría para Shkreli la ventana del abuso.
El aumento repentino desató el pandemonio. El tema se hizo político. Los candidatos presidenciales salieron a criticarlo, primero Bernie Sanders, después Hillary Clinton y hasta Donald Trump. Tanto que por un sencillo tuit, Hillary hizo que el índice del sector biotecnológico de la Bolsa de Valores (que agrupa este tipo de empresas) cayera abruptamente. El tuit decía “La especulación de precios, en especial del mercado de medicamentos es indignante. Mañana desarrollaré un plan de cómo enfrentarla.”
Algunos inversionistas en la compañía de Shkreli se retiraron con el escándalo. Por lo que Shkreli apostó por aumentar los planes de distribución gratuita del medicamento y dar la cara. La competencia se activó y la farmacéutica Imprimis prometió ofrecer un medicamento alterno, jugando también al posicionamiento de mercado en base a su “humanidad”. Pero, ¿por qué las empresas farmacéuticas pueden jugar con el mercado y la salud de la gente tan impunemente?
Sucede que en Estados Unidos no hay regulación sobre los precios de los medicamentos. Es el mercado que “actúa”, así que mientras el consumidor aguante pueden subir según su preferencia. Martin Shkreli no hizo nada distinto, sólo que exagerado y abrupto. Cuando lo entrevistaron a raíz de la subida habló como empresario, hubiese preferido subir el precio aun más porque “Nuestros accionistas esperan hacer la mayor cantidad de dinero posible”. Y así trabajan las grandes farmacéuticas, obvio que con otro tacto. Suben precios 10% en vez 7000% como Shkreli. Y esos precios ya no reflejan el costo de producción, investigación o inversión en desarrollo de la empresa, sino la voracidad de sus ejecutivos y accionistas, tan alta como el mercado permita.
Y peor aún, según las leyes de EEUU el Medicare (la principal fuente pública de gasto en salud) no está capacitada para negociar con las compañías farmacéuticas los precios de los medicamentos que adquieren. A diferencia de otras instituciones y gran parte de los países que sí lo negocian, el Medicare tiene que atenerse a lo dispuesto por el “mercado”. Quitarle esta capacidad fue un logro de los intereses especiales (lobby) que afectan los congresos del mundo.
La ambición trepadora y mecanismos de Shkreli no son distintos a los que se mueven en el mundo corporativo de EEUU, basta ver el origen de Shkreli para saber por qué se comporta como lo hace. Viene de un fondo de inversiones de Wall Street donde se hizo millonario. Y todos sabemos cómo se comporta estos ejecutivos, sino recomiendo ver la película The Big Short para tener una idea.
El es la imagen descarnada de ese comportamiento en el sector farmacéutico. Otras compañías hacen lo mismo sin dudas, pero Shkreli es memorable por su actitud presuntuosa, desvergonzada y su reacia voluntad a rectificar. Lo han llamado sociópata, pero si así fuera estamos rodeados. Su existencia es necesaria y hay que agradecerla porque le pone rostro (y uno fácil de odiar) a la especulación, la ambición y la necesidad de regular estos turpenes.
Por cosas como esta es que EEUU es uno de los países que más gasta en salud per cápita en el mundo, sin poder garantizarles acceso de calidad a todos sus ciudadanos como sus pares desarrollados. Este comportamiento aumenta costos para todo el sistema, no sólo para los que están fuera de los seguros. Sino que tanto las aseguradoras, intermediarios, los ciudadanos y el Estado terminan pagando más por medicamentos, por pólizas y por deducibles.
Bernie Sanders desde la razón escribió en estos días que: “El año pasado, 1 de cada 5 americanos -35 millones de personas- no pudieron pagar sus prescripciones. Los precios de algunos medicamentos han aumentado en un 1,000% o más en los últimos años. Desde 2002, el gasto total en medicina en Estados Unidos ha subido 90%. Necesitamos un líder en la FDA que esté preparado para enfrentar a las compañías farmacéuticas. Necesitamos a alguien que trabaje para disminuir los precios de medicamentos, implementar reglas para importar marcas de Canadá y haga responsable a las compañías que defraudan nuestro gobierno”
Recientemente, el Senado llamó a Martin Shkreli para cuestionarle sobre otro caso irregular en su expediente. El decidió no hablar, dijo que era una persecución por haber aumentado Daraprim meses atrás. Y escribió en Twitter: "Difícil de aceptar que estos imbéciles representan a las personas en nuestro gobierno". Y quizás tenga razón sobre la imbecilidad, pero no por lo que él cree, sino porque hasta la fecha no ha sucedido un cambio sustancial en el sistema.
T.
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