Tres muertes cercanas en el pasado año y dos meses. Tres jóvenes de mi
generación que inesperadamente perdieron la vida.
- Mario Rodríguez, 26, que después de
escalar una montaña en Asia, decide bajar en una motocicleta (algo usual allá)
la cual por desgracia se desliza y con la caída pierde la vida.
- Luis Raúl Gonzalez, 25, que muere en
México en un accidente de tránsito, cuando el amigo que manejaba pierde el
control del vehículo.
- Y Maria Laura Vargas, 27, a quien el fokin
dengue y la injusticia nos despoja en esta semana de su presencia.
Tres seres excepcionales. Y no lo digo por la cercanía o porque no
están, recojan ustedes impresiones si quieren. Eran distintos, abiertos,
carismáticos, sensibles, inteligentes, necesarios...
Demasiado necesarios para una isla (y una humanidad) como la nuestra,
con retraso cultural, intolerancia y déficits de genialidad.
Y me quilla pilas que ya no estén, porque es ver a mi generación perder
colores, gente interesante con la cual crecer y compartir, quienes tenían para
aportar. Y a uno que le asalta el miedo al gris de la adultez, las pensiones y
las hipotecas, pues hasta me ofende un poco que se hayan escapado.
No hay forma de consolar a las familias con este tipo de partidas, pero
cuando las relaciono, me gusta pensar que en otro plano están reclutando lo
mejor de nosotros y ellos eran imprescindibles. Porque de ser así ¡Carajo!
hasta yo mismo los hubiese recomendado.
T.
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