El pasado artículo sobre cine dominicano generó tanta controversia que merece en lenguaje fílmico, una secuela. Sobre todo en un esquema distinto, en el que se contesten muchas preguntas y comentarios recibidos.
Antes que todo debo precisar que el silencio de los buenos cineastas, de los que estiman el cine como arte es precisamente el que pone la industria en riesgo, no yo, al conformarse con la estructura que existe y no obtemperar por mejorarla. El siguiente texto es para aquellos que creen de buena fe en el cine dominicano, y pudo fácilmente titularse ‘Ahora que calentamos los hierros, moldeemos’.
En los pasados días he oído muchas inquietudes y algunos ataques con relación al artículo, así que expondré mi punto sobre algunos de ellos. Me han dicho:
– Tony, es cierto que el Estado deja de recibir ese 25% de impuestos de la empresa, pero si la película es taquillera y popular dejará los beneficios de la venta de boletas y así lo recuperamos. ¿Entiendes?
No. Error. A pesar de que al Estado no le entra ese dinero y deja que la empresa privada utilice el 25% para una película, tampoco le entrarán las ganancias por concepto de la venta de boletas de la película. Esas ganancias van a la empresa y al productor, que poco se ha sacrificado en comparación con el Estado.
– Pero le entra algo no exageres… itebis, cine, cocaleca…
Cierto, lo mismo que le entraría por Transformers o Titanic, producción fílmica con la cual no tuvo nada que ver.
– Pero ¿tú sabías que cada presupuesto de película paga impuestos? ¿Que la producción le da el 30% a la DGII antes de que salga el filme?
Dirás que le devuelve a la DGII el 30%, porque ese dinero no vino de otro sitio que del sacrificio estatal. Es decir si la DGII deja de recibir 10 millones de pesos para que una empresa se lo dé a una película, y luego esa película le paga apenas 3 millones, seguimos perdiendo.
– Pero ¿por qué enfocas todo lo relativo al cine desde un aspecto financiero y monetario… no son acaso la cultura, el arte, los sueños más que eso?
Definitivamente, pero así es como la ley me hace enfocarlo. Porque al meter rentabilidad y empresas privadas se distorsiona todo el aspecto cultural, facilitándole el negocio a unos pocos en detrimento de las arcas públicas.
– O sea, ¿es imposible invertir y creer en el cine local?
No necesariamente. El punto es que si vamos a sacrificarnos, no es a través de empresas privadas que debe hacerse el cine financiado por el Estado. Es absurdo, a una empresa privada no puede ni reclamársele como gasta nuestros impuestos. Necesitamos más concurso, más FONPROCINE y más calidad.
– ¿O sea que tu problema es con las empresas?
En parte porque no es su ámbito. Si las empresas quieren cine de calidad dominicano, que paguen sus impuestos y el Estado que se encargue, que a ese sí que le votamos. O que lo hagan a través de sus ganancias anuales o de su presupuesto de publicidad, lo cual con este esquema nunca harán.
– Tu problema parece ser con el cine que vende, el cual es el cine popular, pero esa gente que criticas hacía cine hace años y siempre lleva decenas de miles de personas, incluso antes de que existiera la ley.
A ver, si era popular y rentable antes de la ley, perfecto. No estoy en contra del cine dominicano privado ni creo debe regularse su calidad, mi problema es con el que usa los fondos públicos. Si era rentable antes y lo es ahora, es una prueba más de que no necesitan la ley para hacerlo, se lo pueden costear solos.
Es decir, no hay razón para que el Estado financie directa o indirectamente (como sucede ahora) una película popular (llámese de Robertico, de Archie, de Pinky o incluso mía), y que si llega a dejar beneficios en boletas no sea el Estado que los recoja.
– Si pero la calidad es subjetiva y en casos elitista. No estoy de acuerdo con que la regulen, además ¿quién lo hará?
Lo primero que hay que destacar es que ahora mismo existe el control de calidad, lo tienen las empresas. Son ellas que deciden, esta película sí se hará, esta no (sin experiencia o estudios en el arte o la cultura), porque le da la gana, porque va con su marca, porque le gustan las comedias, porque es su compadre (y ahí entra el margen para las mañas y componendas)… Eso no es ni democrático ni justo, si alguien debe hacer esa “apuesta” es el Estado. Lo que hoy existe es atroz.
– Pero ¿cómo? y ¿quiénes?
FONPROCINE ya existe para apoyar filmes en base a calidad, tengo entendido que trabajan bien. Hay otros países donde la actividad financiada por el Estado es regulada en su calidad por el Estado mismo, y este cine no deja de ser crítico y creativo.
Pondré un ejemplo de método. “Whiplash”, nominada al Oscar por mejor película en 2015, fue un corto de 17 minutos antes de ser largometraje. Al tener éxito el corto, buscó financiamiento en base a su calidad y triunfó. Podemos tener un festival de cortos para cualquiera que necesite que el Estado financie su proyecto y sea evaluado por un comité de expertos (que incluya un juez internacional, uno nacional, uno folklorista, uno con conocimiento de papa Liborio, Venya…) lo más amplio posible.
– Hablaste de los salarios de actores y actrices. Me sabe a que tienes envidia, o quizás no conoces las normas que regulan el negocio o que esa gente vive de eso y solo sabe hacer una película al año. Divide ese salario entre 12 meses y verás que no es tanto.
Esos salarios están inflados por los incentivos de la ley (a costa del Estado) y no se regularán solos (sin hablar de que no son actores profesionales “que viven de eso” los que usualmente se llevan los más altos). No soy lo que llaman algunos libertarios económicos, creo en el Estado y la regulación. Pero si no se puede vivir de un negocio, se deja. Si se crea una burbuja salarial para aguantar la calidad de vida de unos pocos es igual de aberrante que una botella en el Estado y se sentirá cuando explote.
– Si las personas que están dentro de la industria no se quejan, ¿por qué tenemos que creerte que va mal?
Porque sucede lo mismo que en la política, nadie va a morder la mano que le da de comer. Incluso la defenderán con garras contra el que se oponga. Ejemplo: un actor que en los registros figure como que le pagaron un millón de pesos y en realidad sólo ingresó 100 mil por la película, no pondrá en riesgo su próximo trabajo aunque su entrada real haya sido otra. Porque aunque la inconformidad exista, Primo Levi aprendió en los campos de concentración nazi que no habrán quejas de los de abajo porque “los harapientos no se rebelan”.
– ¿De verdad crees que si se mueven los recursos al Estado y se le quitan al cine, se colocarán mejor esos recursos?
No sé. Pero si me los va a robar alguien, que ese alguien lo haya elegido yo o una mayoría.
– Si Robertico te llama para ofrecerte el papel principal en una de sus películas y te ofrece un millón de pesos, ¿tú lo aceptarías?
Claro que sí, mi reacción inicial sería que yo no valgo eso en el mundo de la actuación, pero observando algunos de esos salarios veo que el control está relajado. Así que exhorto a todo aquel que se vea en esta posición a hacer lo mismo, hasta que probablemente la ley explote.
– ¿Debemos apoyar el cine dominicano de buena calidad con esta ley?
Quizás sólo el que sale de FONPROCINE. Pero eso depende de cada uno, creo que mientras la ley incentive el pillaje, el despilfarro y la mediocridad, debemos exigir su suspensión y rectificación. Y no esperar a Godot o un filme magnifico y aislado que nos lo justifique todo.
– ¿Hay otros aspectos que valgan la pena discutir?
Muchos, por eso la necesidad de abrir el debate. Dos ejemplos de esos que me parecen absurdos es que luego de que el Estado ha sacrificado 40 millones en una película, la publicidad de ésta no esté contemplada en el presupuesto y se deja a merced del mercado, poniendo en riesgo la inversión y popularidad del filme. No sería difícil que si hacemos 12 películas al año o menos, se promocione una por mes y que los Ayuntamientos colaboren en sus demarcaciones con parte de la publicidad.
Otro absurdo es que los grandes beneficiados con la venta de la boleta sean los cines no el filme, incluso en un margen mayor que cuando presentan películas extranjeras. Y que esos mismos teatros de cine, que de por sí ya eran rentables, se adhieran a la ley distorsionando el mercado para ser renovados o ampliados. Por ejemplo, ahora mismo sale mejor hacer un cine nuevo (porque no tienes que pagar impuesto sobre la renta por diez años) que sostener uno que tenías viejo. Otra burbuja creada, cosas veredes, que cuando termine la ley nos dejará probablemente con muchos cines fantasmas.
– ¿Entonces cuál sería el mejor modelo para los que quieren ver cine dominicano?
Uno en que el Estado invierta directamente, no como se hace ahora que empresas usan nuestros impuestos, eligen las películas que ellos quieran y obtienen las ganancias de la venta. Uno en que el Estado elija por concurso de calidad la película que quiere hacer y recupere las ganancias en la boletas y comercialización.
Porque el problema aquí es que el empresariado quiere abarcar el cine como negocio de mínimo riesgo, y para eso el gran sacrificado (como siempre) está siendo el Estado Dominicano. Yo me pregunto, si las empresas y filmes que han emergido de esta ley han salido sólo de nuestros impuestos, ¿por qué sus locales, sus cámaras, sus guiones… no pertenecen al Estado Dominicano? Y, ojo, que el empresariado quizás no tiene la culpa, porque quien incentiva la conducta es esa ley, y quienes la aprobaron fueron los legisladores, aunque seguro que tampoco leyeron esa.
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