“Quienes compartan la loca esperanza/ brújula o flecha de nuevo hacen falta” DV
En 1972 presentó candidatura a Senador del Estado de Vermont por un partido minoritario un joven de 31 años. Venía de los movimientos hippies, de la lucha en los años 60s por los derechos humanos, siguió a Martin Luther King y fue incluso encarcelado a raíz de una protesta universitaria contra el racismo y la segregación.
Este joven perdió esas elecciones quedando en un distante tercer lugar con apenas 1,571 votos (2.2%). Unos meses después aspiraría a Gobernador quedando en cuarto lugar con 2,175 votos (1.1%). Llegó el año 1974 y se abría otra oportunidad para ser Senador, ese joven socialista y tenaz ahora con 33 años, perdería de nuevo. Esta vez con 5,901 votos y un 4.13%. Sus principios y su convicción de lucha lo mantenían alejado del desánimo.
“Porque él nunca se rinde. Y por esto es exitoso. El compitió contra todo el mundo… Y se mantuvo compitiendo. Y con cada competencia era más conocido” dice su amigo Pormelau.
Dos años más tarde, en 1976, se postulaba otra vez a gobernador. Para sorpresa de pocos volvió a perder. Sin embargo ya le votaban 11,371 personas (6.71%). Iba creciendo y no estaba por rendirse. No repasaré su historia electoral completa, aunque es tan emocionante como sus posiciones. Pero para la década de los 1980 fue electo alcalde de Burlington, el distrito más importante de Vermont y fue reelegido tres veces, cada vez con porcentaje mayor al anterior.
Para 1990 saldría electo diputado. La coyuntura lo ayudó. El republicano Peter Smith, que se reelegía no logró el apoyo de la Asociación de Rifles y mandaron a votar en su contra. Aunque quizás la Asociación no fuera determinante ya que ganaría holgadamente, es importante mencionarla porque pensaban darle una lección a Smith y después reinstaurarlo, a lo que alguien allí reunido advirtió al grupo sobre el socialista (ya de 49 años): “Ustedes no podrán sacarlo… Es uno de los mejores maestros políticos que he conocido”
Y no pudieron. Fue reelecto 7 veces diputado hasta que en el 2006 se abrió una vacante al Senado. El único problema era que había que enfrentar al hombre más rico de Vermont. No sólo ganó en 2006, repitió en 2012, nunca aliado a los partidos tradicionales.
Similar a la situación de la barca que busca la luz del faro para orientarse, uno no puede evitar mirar hacia fuera en su búsqueda de sentido, de ejemplos dignos de emular, de leyendas a quien admirar. En ese camino se cometen errores, muchos son los que han fracasado replicando modelos externos en planos locales, pero esto no desmotiva la búsqueda de arquetipos sino la mejora de criterios.
El Senador de Vermont ya no es joven, se llama Bernie Sanders, es ahora precandidato del partido demócrata a presidente de Estados Unidos. Y está concitando el apoyo de la gente, no por su historia electoral sino por sus posiciones y principios. Es el único de los precandidatos que no es millonario, que se niega a recibir dinero de empresas o bancos, financia su campaña a través de donaciones de ciudadanos, y lo hace a un ritmo y cantidad mayor que lo hizo Obama en 2008.
El combate a la desigualdad es su eje programático y lo hace de manera frontal. Dice que: no se justifica que los ricos paguen tan pocos impuestos en EEUU; que hay que ampliar la seguridad social; que las universidades deben ser gratuitas para la población y pagadas por Wall Street, con un impuesto a cada transferencia que hagan; que hay que romper los Bancos que son demasiados grandes y ponen en riesgo la economía, porque si son muy grandes para fracasar son muy grandes para existir.
Y está llenando estadios. Algunas de sus propuestas han tenido tan buena acogida que Hillary Clinton ha tenido que secundarlas, como la de elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora. Lo mejor es que no lo dice ahora, tiene años en eso. Es famosa su discusión con Alan Greenspan en 2003 cuando éste aún era considerado un gurú de la economía, también su posición y voto contra la guerra de Iraq y del Golfo, o su posición a favor del respeto a los homosexuales en los 1990s.
Es tan viejo pero tan viejo, que la coherencia entre sus votos y discurso asombra. Sarah Silverman una famosa comediante presentándolo dijo “Bernie parece haber estado siempre en el lado correcto de la historia”.
Ahora bien, no puede solo. Solicita una revolución ciudadana y a sus 73 años parece estar gestionándola. Porque cuando se comienzan a elevar estos temas, cuando la ola de indignación que viene de la crisis subprime, del 99% contra el 1% de ricos, del movimiento Occupy… toma rostro de senador independiente envejeciente sucede algo en el mundo. Ya lo dijo Robert Kennedy:
“Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a otros, o se rebela ante la injusticia, está generando una pequeña ola de esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando intensidad forman un tsunami capaz de derrumbar los más poderosos muros de resistencia y opresión.”
Su mejor mensaje es el de la igualdad y la bandera de lucha permanente. “No puedes contra los billonarios, no puedes ganar. Eso es lo que quieren que creas. No caigas en el mundo de la desesperanza… El cambio toma forma porque la gente lucha.”
¿Que vencer a Hillary Clinton es imposible? Pregúntenle a Barack Obama, quien para esta fecha perdía como Bernie en las encuestas por más de 20 puntos. Pero dejemos que sea Bernie quien pida una oportunidad para su candidatura:
“Algunos argumentarían que mi carrera política es una de las mas inusuales en los Estados Unidos. Nadie pensó que yo iba a ser elegido Alcalde de Burlington, muy pocos creyeron que iba a vencer a un diputado que se reelegía en Vermont por 16% puntos, y otros no estaban tan seguros de que podía vencer a la persona más rica del Estado para convertirme en Senador. Así que yo diría que no me subestimes”.
T.
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