Hay personas que deciden dejar este plano antes de tiempo. Frustración, incomprensión, desánimo, ahogos económicos, evitar continuar un dolor o enfermedad… son algunos de los motivos que los llevan a rendirse, y uno no es quien para juzgarlos.
Stefan Zweig, una de las mentes más brillantes que han existido, en su nota suicida a sus amigos les dejó dicho que “quizás ellos vivan para ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, más impaciente, me voy antes que ellos”.
Y así fue. Se suicidó en 1942 a los 60 años, en los albores de un nuevo mundo. Cuanto hubiese contribuido esta alma noble a la cultura y al análisis es un sueño truncado para la humanidad.
En la actualidad, vemos personas que han elegido este camino. Dos de ellas hicieron noticia pública en los últimos meses y se convirtieron en símbolos.
Una adolescente embarazada, Estefany, de esas que pueblan los hospitales y que le dificulta al país la oportunidad de contar con mujeres instruidas y madres capacitadas, incomprendida por sus padres y creyéndose fracasada, saltó al vacío para quitarse la vida. Sobrevivió quizás para que su familia y amigos le probasen que no era cierto. Y para que del país surgieran políticas públicas que enfrenten esta crisis.
El otro caso es el de un contratista de la OISOE, la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado. Ahogado en un esquema millonario, mafioso y poderoso, decidió una vez había peleado en dicha oficina su situación, quitarse la vida allí mismo.
Un alma no contaminada, lo sabemos porque a diferencia de otras personas que vemos tanto en el país como el extranjero, su frustración no la descargó con quienes tenía alrededor, no hizo una matanza masiva, tan solo decidió quitarse su vida. Y había ido preparado para eso, por lo que tomó en un momento permiso para el baño y se voló los sesos.
Su acto final vino con una estrategia, aunque podemos imaginar que no sabía la repercusión que iba a tener. Y es que dejó un legado mayor que si la obra hubiese finalizado con esos mismos acuerdos mafiosos que lo llevaron al punto de quiebre.
Develó todo el entramado corrupto que existe en el Estado. Uno que parece haber mercantilizado casi todos los ministerios. Que allí donde hay compras y contrataciones, algunos ven una ventana para enriquecerse y premurosas llegan las manos habilidosas.
Quisiera pensar que él sabía que si se suicidaba en su pueblo de La Romana, (Aun dejando una nota más extensa y mejor explicada que la que dejó) su muerte no hubiese pasado de una noticia local.
No sé si sabía que con su muerte igualó a la OISOE a las administraciones que estuvieron antes, que nos vendieron como demoníacas… unos millones más, unos millones menos… y que su suicidio amenaza con todo el sistema que también existe en el MOPC y el Ministerio de Educación, es decir allí donde hay muchos recursos.
De haberse acercado a mí, quizás le hubiese recomendado otra salida, pero no creo que hubiese tenido tanta contundencia. Los medios son silenciados por comerciales y los que no, no producen el eco necesario para la indignación de lugar. Allí radica la importancia de su acto.
Lamento no tener con nosotros a David Rodríguez García por razones económicas, pero a pesar del desgraciado camino que eligió, su muerte cumple un propósito y deja un legado que no debe pasar en vano. Ojalá los dominicanos sepamos también ver el amanecer después de esta larga noche, antes de impacientarnos como David y Estefany.
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