Así dice el refrán. Es bien sabido que el dictador cubano Fulgencio Batista luego de ver sus intentos por continuar en el poder frustrados por el creciente respaldo de "los barbudos" de Fidel Castro en
Batista con un historial de crímenes y asesinatos cometidos en su mandato llega a la ciudad y de inmediato es exigido por Trujillo que salde un monto de una deuda contraída en dólares que éste le había facilitado para la compra de armas contra los insurgentes, Batista cree poder zafarse de Trujillo argumentado que esa deuda era del Estado Cubano y que él no cargaba con dicha suma. Trujillo ni tonto ni perezoso no dubita y lo manda a trancar, lo hace encerrar en prisión hasta que el dinero aparezca, recordándonos tiempos romanos donde el patrimonio del deudor y su persona no se distinguían. Batista ahora preso no por las razones debidas ante lo criminal que fue, pero encarcelado al fin, se agencia el dinero robado del tesoro cubano unos míseros millones para lo que realmente se había llevado y a pagar en los términos expuestos por Trujillo la deuda entre ambos. Trujillo demostró con esto que no tenía amigos sino intereses (como diría un secretario de Estado norteamericano sobre su país) y que lejos estaba de pendejo y cerca del demonio. De Batista sabemos que en cuanto Trujillo le dió un respiro siguió su cobarde huida hasta que lo alcanzó la guadaña en 1973.
Moraleja para Batista: A todos algún día nos toca rendir cuentas, o como diría Tego Calderón "A cada abusador le llega su calderona"....de encontrar otra moraleja le permitimos la de su elección.
T.
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