Todos hemos oído esto de la campaña de Luis Abinader, pero lo cierto es que a pesar de la apabullante publicidad desplegada por la campaña del Presidente (80% a 20% según Participación Ciudadana) el PLD no emociona. Por eso la oposición no entiende los números que dan estas encuestas, porque el votante de Danilo carece de ánimos.
Si tiramos una media de las encuestas nacionales la reelección tiene algo así como un 54%, aunque no parece ser un porcentaje sólido y puede ser revertido. Porque más del 70% de la gente, según esas mismas encuestas,establecen el anhelo de cambio en el país, y porque como dijo Lula da Silva en una reciente entrevista “Todo el que tiene mucho poder es vulnerable”.
Cuando vemos al Presidente en campaña, sus movilizaciones se caracterizan por contar con seguidores lejos de la convicción ideológica, liderados por gente buscando escalar o afianzar su movimiento para el cuatrienio próximo donde esperan compensación. Gente que por ser vistos, no les importa dar un espectáculo sacrificando la dignidad femenina o infantil, el costo de combustible o tarimas, avasallar las estructuras provinciales, siquiera pagar los peajes… y créanme, no es por estar convencidos de las ventajas de la “revolución” educativa o una república “digital”.
Hay una apatía más allá del núcleo de arribistas partidarios y chapiadoras pagas. Y esto se da por cuatro razones fundamentales:
1) El cansancio, falta de credibilidad y acomodamiento de sus cuadros. Mientras el Presidente busca completar 8 años en el poder, Roberto Salcedo por ejemplo busca completar 18 en la Alcaldía del Distrito Nacional, Temístocles Montas 16 años en el Ministerio de Economía, Reinaldo Pared 14 en el Senado y así sucesivamente.
Al PLD en un barrio le sucede lo mismo que al rapero que se hizo rico y ya no tiene credibilidad para cantar las penurias de la zona. Y la filosofía clientelar “delomioalante” comprende que el que se te acerca desde el gobierno tiene que darte algo en metálico porque él está comiendo y tu no, y eso no genera entusiasmo.
2) La fijación en lucir invencibles en las encuestas. Esto produce aún más desánimo, por eso los recientes esfuerzos del Presidente en decir que hay que salir a votar, que necesita un Congreso para gobernar. La masa electoral del 54% puede asociar que no es necesaria con estos márgenes.
3) La carencia de enemigos fuertes. Aunque me gustaría ver una encuesta donde se marquen tendencias individuales, creo que pocas personas en este país piensan que Abinader haría un pésimo trabajo como Presidente del país. No tiene la volatilidad de Hipólito ni arrastra un pasado objetable que produzca temor.
El “PPH” ya no existe como “cuco”, y de existir sacó la mitad de los votos en las elecciones de 2012, o sea que no produce igual rechazo. El otro enemigo posible era el interno, el “leonelismo” les sirvió para diferenciar su gobierno y sepultar las aspiraciones de Leonel, pero murió o lo mataron como enemigo el año pasado. Ya Félix Bautista y Domínguez Brito, por ejemplo, volvieron a ser aliados. Y el “vinchismo” como adversario sólo da para un muy reducido grupo y no se sostiene como enemigo fuerte, más aún si tomamos en cuenta que ellos decidieron salir del gobierno, no fue como que los sacaron.
4) Una campaña de tayotas. Si algo luce similar entre 2012 y 2016 es el apelativo de llamar tayotas a los candidatos presidenciales. Y ahora coinciden en unas elecciones esos dirigentes. Individuos flemáticos que no explotan frecuentemente ni que desbordan en carisma. Cuando Abinader corría contra Papá quizás el apelativo era válido, porque el carisma de Hipólito es tan desbordante que hasta el Pachá luce tímido. Pero Danilo adolece de la misma chispa. Por lo que gane quien gane el Palacio seguirá tranquilo con cualquiera de los dos. La salvedad en materia de emociones es que sólo uno puede explotar el entusiasmo de la juventud, el hartazgo y el cambio.
Por eso la falta de pasión de lado y lado en esta campaña, por eso ante la disrupción del momento político, un videíto causa tanto furor y hasta prohibición. Si el PRM logra hacer algo distinto, radicalizando su base y diferenciándose puede generar entusiasmo en estos 30 días. Bernie Sanders ha probado que 30 días son suficientes para revolucionarlo todo, y el prado en República Dominicana con ese 70% que quiere cambio es inflamable, pero Luis tiene que acercarse, arriesgarse a quemarse y prender la mecha.
T.